“La escuela debe dejar de conservar ciertas tecnologías como si fueran símbolos patrios”: Emilia Ferreiro

La investigadora Emilia Ferreiro aludió así al uso del pizarrón y el cuaderno. Habló de los cambios tecnológicos.

 

“La alfabetización es un proceso que tiene un inicio incierto y un final imposible”. Con esta idea Emilia Ferreiro abrió y cerró su conferencia ante unos 500 educadores. En el medio repasó que las “exigencias para decir quién está alfabetizado no las impone la escuela sino la sociedad”, habló de las consecuencias impredecibles de los cambios tecnológicos y pidió que la institución escolar deje de conservar ciertas tecnologías como si fueran “símbolos patrios”, en alusión al pizarrón y el cuaderno. La discípula de Jean Piaget llegó a Rosario para la inauguración de la Cátedra Internacional “Estudios interdisciplinarios en alfabetización”, que lleva su nombre por iniciativa de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

 

Apenas la educadora argentina apareció el sábado pasado en el escenario del salón de actos de la Facultad de Ingeniería, nadie dudó en ponerse de pie para aplaudirla. Un merecido reconocimiento a la doctora en psicología por la Universidad de Ginebra, cuyos aportes a la investigación en el campo de la alfabetización estarán a mano de quien quiera consultarlos desde la plataforma virtual de la nueva cátedra. Ferreiro es investigadora del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de México, entre otros datos de un riquísimo currículum.

 

Revolución cultural.?“La velocidad de los cambios tecnológicos es tal que apenas aprendemos uno ya debemos aprender otro. Estamos viviendo un momento privilegiado en la historia, estamos asistiendo a una revolución cultural privilegiada”, dijo ni bien inició su conferencia, que tituló “Desafíos para la alfabetización del futuro inmediato”.

 

“Hay que estar disponible para lo está pasando, por eso es inútil pedir recetas acabadas y es difícil predecir consecuencias culturales y educativas”, consideró sobre otro aspecto de lo que hoy implica ser un ciudadano alfabetizado. “Hay que entender que los requisitos para decir si alguien está alfabetizado no lo fija la escuela sino la sociedad. La alfabetización es una construcción social”, reflexionó al poner como ejemplo que nadie podía suponer hace 50 años que buscar un dato por internet, pagar una cuenta o hacer compras en pantalla iba a ser parte del comportamiento cotidiano de las personas.

 

En este punto advirtió que también “el salto tecnológico puede ser un salto brutal” a nivel social. Y más adelante llamó a tomar de manera cuidadosa la expresión “aprendizaje (o alfabetización) a lo largo de toda la vida”, instalada a nivel internacional. Una idea con la que seguramente nadie estará en desacuerdo, pero donde no todos depositan los mismos intereses: “La razón por la cual se establece no es ingenua: «a lo largo de toda la vida» está vinculada (también) con la inestabilidad laboral cuando no con el desempleo total”.

 

También marcó que detrás de estas expresiones están el Banco Mundial, el BID y la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), esta última la organización que diseña y lleva adelante las Pruebas Pisa.

 

“Alfabetizados”.?Una y otra vez, Ferreiro subrayó como concepto que la alfabetización no puede ser vista como un estado acabado de una persona, sino como un proceso de “inicio incierto y de final imposible”. No se puede estimar el momento en que alguien comienza su proceso de alfabetización. “Los niños que crecen rodeados de escritores y pantallas, más si son de zonas urbanas, inician su proceso a los tres o cuatro años”. Ocurre cuando a esa edad se vive en un ambiente donde se escribe y se lee como prácticas cotidianas.

 

Y son los propios cambios tecnológicos los que no admiten un final posible en este proceso de alfabetización.

 

Cambios tecnológicos. Ferreiro habló de tecnologías estables, como el libro, e inestables, como las pantallas. Así valoró al libro como “un invento tan perfecto —citando a Umberto Eco— como la rueda y la cuchara”, y pidió atender a las contradicciones que traen los cambios tecnológicos.

 

“Sabemos que el teléfono celular —puso de ejemplo— no deja de acumular funciones. La inestabilidad de los dispositivos y formatos es la regla. Y eso puede ser una pesadilla”. “Es curioso, pero estamos perdiendo información por los cambios tecnológicos, por lo que no se pasa a tiempo a otros formatos”, dijo, y comentó que hacía poco había desechado una buena cantidad de disquetes por no haber guardado oportunamente la información en otros formatos. “Es una situación paradójica: tenemos una tecnología de la información fantástica para comunicarnos e informarnos, pero esos cambios hacen que la destruya por el propio movimiento del avance tecnológico”.

 

Para Ferreiro es clave entender que estar alfabetizado para el siglo XXI demanda mayores exigencias y ya no representa lo mismo que lo contemplado en las metas de 1990 en la declaración de Jomtien.

 

Tecnologías escolares. Y entonces llegó la pregunta de si la escuela actual, con los maestros poco actualizados en las pantallas, pueden responder a esta alfabetización del nuevo siglo. “La relación de institución escolar con la tecnología de afuera ha sido por lo menos confusa. Porque la institución escuela tiene tecnología que conserva como símbolos patrios, como el pizarrón y el cuaderno”, expresó para invitar a la escuela a “no librar batallas de antemano para sostener esas tecnologías” que les son propias.

 

“Sería bueno que la escuela razonara un poco en qué batallas no debe meterse porque están perdiendo de antemano”, dijo, y recordó entre otros ejemplos la negación inicial de los maestros a utilizar las calculadoras en las aulas.

 

“La introducción de tecnología ajena a la tradición escolar es problemática”, insistió, para asegurar que por lo general los reclamos del magisterio no pasan de las declaraciones verbales. “Nunca hubo un movimiento de maestros reclamando internet en todas las escuelas. No pueden estar en contra, pero no están francamente a favor”, ironizó.

 

Y recordó que se han apagado aquellos pronósticos apocalípticos que anunciaban la muerte del libro y de las bibliotecas: las ferias del libro gozan de buena salud y la televisión no hizo disminuir la asistencia a los estadios de fútbol. “Asistimos a la convivencia entre los soportes. Podemos seguir coexistiendo con la superficie papel y las pantallas”, festejó.

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