¿Hablas y no te escuchan? ¿Explicas y no te hacen ni el más mínimo caso? ¿Tienes la sensación de que estás hablando a las paredes? ¿Estás harto de hablar y que ningún alumno ni siquiera te mire a los ojos? No te preocupes, en mayor o menor medida es algo que todos hemos experimentado en alguna sesión lectiva. Sin duda se trata de una sensación frustrante y que genera una gran impotencia.
Pues bien, si te cuesta que tus alumnos te escuchen, te pido que sigas leyendo este artículo porque en él te voy a desvelar algunas claves y, cómo no, te daré algunos consejos muy prácticos para que los apliques en tus sesiones lectivas. ¿Me acompañas?
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¿Por qué tus alumnos no te escuchan en clase?
1. Clase magistral. Si quieres que tus alumnos te escuchen, debes empezar por reducir al máximo lo que se entiende por clase magistral, aquella clase en la que tú hablas y tus alumnos te escuchan. Muchas veces te quejas de que tus alumnos no prestan atención a tus enseñanzas y es por una razón muy sencilla. Hablas más tiempo del que tus alumnos son capaces de aguantar. Sí, es así. Te guste o no. Piensa en ti por un momento. ¿Serías capaz de escuchar de forma ininterrumpida lo que dura una sesión lectiva? Déjame que te dé la respuesta: No. Entonces, no quieras para tus alumnos aquello que ni tú eres capaz de cumplir. De ahí que te recomiende:
• No superar los 10 minutos de explicación unidireccional.
• Realizar pausas. Durante estas pausas puedes aprovechar para contar una historia a una anécdota.
• Utiliza imágenes y vídeos para rebajar el contenido teórico.
2. Silencio. ¿Cómo es posible que pidamos silencio en una clase con más de veinte alumnos? Si lo piensas bien, es un auténtico disparate. Así que olvídate de una vez por todas del yo hablo y tú te callas. No funciona. Es un tipo de enseñanza que para esta generación de alumnos ha quedado obsoleta. Si quieres que tus alumnos te presten atención, debes hacer que participen activamente en tus clases. Cédeles el protagonismo todo lo que puedas. Deja que durante la sesión lectiva adquieran ellos también el rol de docentes. Por eso:
• Parte de una evaluación inicial. Descubre lo que saben tus alumnos de aquello que todavía no les has enseñado.
• Intercala preguntas abiertas mientras enseñas.
• Fomenta el diálogo no entre docente-alumno, sino entre alumno-alumno.
• No pidas a tus alumnos que se callen. Pídeles que participen activamente con sus aportaciones, con sus aciertos y también con sus errores.
3. Repetición. Lo peor que puedes hacer, aparte de hablar sin parar en tu sesión lectiva, es repetir constantemente aquello que enseñas. Si a ti no te gusta que te repitan la cosas varias veces, ¿cómo puedes pensar que a tus alumnos les vaya a gustar? La repetición es el mayor enemigo de la escucha activa. La repetición sirve para mecanizar destrezas y procedimientos, pero no sirve para los contenidos teóricos. Para evitar repetir tus enseñanzas, lo que debes hacer es:
• Recapitular
• Parafrasear
• Sintetizar
• Reformular
Explica lo mismo, pero sin explicar lo mismo. Haz que cada enseñanza que les das a tus alumnos parezca la primera y la última.
4. Utilidad. ¿Te has preguntado alguna vez si aquello que enseñas les servirá de algo a tus alumnos en un futuro a corto o medio plazo? En el caso que aquello que enseñes sea útil, ¿cómo lo vendes en el aula? ¿Qué aplicación le das a la vida real? Difícilmente conseguirás que tus alumnos te escuchen, si no son capaces de ver para qué sirve aquello que les enseñas. Es por ello que te recomiendo que:
• No enseñes en clase aquello que puedan aprender por sí mismos.
• Enseña el menor contenido posible.
• Cíñete en clase en los procedimientos más que en los contenidos.
• Transforma la clase magistral en aprendizaje cooperativo. Sobre el aprendizaje cooperativo te remito al siguiente enlace.
• Contextualiza el aprendizaje de tus alumnos, es decir, haz que cuando vayan a sus casas tengan la curiosidad de poner en práctica aquello que han aprendido en tu clase.
5. Aburrimiento. Desengáñate. Escuchar aburre. Si, aburre y mucho. Cada vez nos cuesta más escuchar, sobre todo escuchar de forma activa. De hecho, tus alumnos no tienen la más mínima predisposición a la escucha activa. Les enseñas en un contexto totalmente irreal, es decir, les obligas a escuchar cuando tú quieres o cuando te han dicho que deben hacerlo. Tus alumnos siempre te escuchan por imposición. Saben de antemano quién les va a hablar, de qué les va a hablar y cuánto tiempo les va a hablar. A mí, si me permites la expresión, me parece demoledor y desolador. Entonces, ¿cómo puedes sobrellevar esta predisposición al aburrimiento? La solución es tu mayor reto:
• Pasión por lo que enseñas y cómo lo enseñas.
• Entusiasmo a la hora de hacerles ver que lo que les enseñarás será una experiencia que formará parte inequívoca de sus vidas.
• Creatividad contra el aburrimiento y la previsibilidad.
• Imaginación para adquirir nuevos conocimientos a partir de lo que son capaces de aprender por sí mismos.
Escuchar, ¿para qué?
Tengo la sensación de que todo este artículo se podría resumir en una sola palabra: autoconcepto. Tú piensas que no te escuchan cuando en realidad es tu autoconcepto de lo que creías que era dar una clase la que te lleva a estar equivocado. Cuando enseñas pides que te escuchen, que les interese, que lo entiendan, que lo memoricen y recuerden y que, además, lo hagan cuando tú quieres y en silencio. Si cambias el concepto de cómo te enseñaron que debía ser una sesión lectiva, muy probablemente vivirás tus clases de una forma extraordinariamente distinta y podrás empezar a disfrutar no del silencio, sino de la participación, no de lo que dices, sino de lo que escuchas de tus alumnos. Acabaré con esta frase de Martin Seligman que tanto me gusta recordar cuando entro en una de mis clases:
¡Se puede cambiar lo que se siente, cambiando lo que se piensa!
Fuente: justificaturespuesta.com