Las Comunidades de Aprendizaje

Referirse a procesos de aprendizaje apoyados en tecnologías de la información y la comunicación (TIC) es una preocupación constante de las instituciones educativas para promover una educación asertiva y participativa. Conforme los avances tecnológicos comienzan a permear y cambiar la forma como se aborda la educación el día de hoy, el modelo de educación tradicional se ve sujeto a cambios en búsqueda de una mejora en la efectividad de los procesos. Freire (1972) sugiere abandonar completamente aquel concepto al que denomina como educación bancaria, en el que un docente imparte sus conocimientos para que sean almacenados por los estudiantes y luego volcados a la hora del examen. Además de advertir la necesidad de un cambio de paradigma, propone un trabajo pedagógico diferente con los estudiantes, donde estos serían participantes activos en su contexto social; participantes activos en lo que menciona ser una comunidad de aprendizaje, también trabajada por Etienne Wegner como comunidades de práctica.

 

Tomando como base los trabajos de Freire (1972) y Wegner (2001), una comunidad de aprendizaje puede definirse como “un grupo de personas que aprende en común, utilizando herramientas comunes en un mismo entorno” (García, 2002). Considerando que los seres humanos son seres sociales, según apuntan los autores, la relación de un individuo con el entorno es un aspecto esencial de su aprendizaje. Entonces, tanto la generación de conocimientos como la apropiación de los mismos, se convierten en una consecuencia directa de participar de una manera activa en el mundo que le rodea.

 

“Todos pertenecemos a comunidades de práctica. En casa, en el trabajo, en la escuela, en nuestras aficiones: pertenecemos a varias comunidades de práctica en cualquier momento dado. Y las comunidades de práctica a las que pertenecemos cambian en el curso de nuestra vida. En realidad, las comunidades de práctica están por todas partes.” (Wegner, 2001)

 

El planteamiento de Wegner sobre estas comunidades parte de una teoría social del aprendizaje, en el que éste es presentado como un proceso de participación social. Va más allá del compromiso de un estudiante con ciertas actividades formativas, pues supone su participación de una manera activa en las prácticas de las comunidades de las que hace parte y la construcción de su identidad dentro de las mismas a través de dicha participación. En esta teoría se presentan cuatro componentes principales para fundamentar la participación en comunidades como un proceso de aprendizaje en función de la generación y apropiación de conocimiento:

1. El aprendizaje como experiencia; una manera de hablar de nuestra capacidad (cambiante) -en el plano individual y colectivo- de experimentar nuestra vida y el mundo como algo significativo. Lo denomina significado.

 

2. El aprendizaje como hacer; una manera de hablar de los recursos históricos y sociales, los marcos de referencia y las perspectivas compartidas que pueden sustentar el compromiso mutuo en la acción. Lo denomina práctica.

 

3. El aprendizaje como afiliación; una manera de hablar de las configuraciones sociales donde la persecución de nuestras empresas se define como valiosa y nuestra participación es reconocible como competencia. Lo denomina comunidad.

 

4. El aprendizaje como devenir; una manera de hablar del cambio que produce el aprendizaje en quiénes somos y de cómo crea historias personales de devenir en el contexto de nuestras comunidades. Lo denomina identidad.

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Así mismo, Wegner plantea que el aprendizaje se da tras una interacción entre competencia y experiencia; entendiendo la competencia como el conocimiento, la información, y la experiencia como la aplicación de ese conocimiento, la práctica. Ambas tienen una interacción especialmente estrecha en las comunidades de aprendizaje, sugiere el autor, ya que al fomentar la participación de los miembros de una comunidad no sólo se ofrece a los principiantes el acceso a la competencia y a la adquisición de conocimiento, sino que se convierte en un contexto idóneo para la exploración de diferentes visiones y perspectivas que fortalecen la experiencia.

 

No obstante, el éxito de este modelo educativo no depende únicamente de la Academia, advierten Elboj y Oliver (2003), pues la mejor forma de alcanzar resultados es mediante la participación de todas las personas implicadas en una comunidad. Cualquier persona que influya en el aprendizaje de los estudiantes de forma directa o indirecta puede afectar el desarrollo de la comunidad de aprendizaje, pues ésta comprende tanto profesorado y estudiantado como familiares, amigos, vecinos, incluso organizaciones que se alineen con los objetos de estudio u objetivos del proceso formativo.

 

Como este modelo propone un aprendizaje diferente, en el que cada miembro tiene un papel activo, deja de lado la individualidad que reducía al estudiante a un receptor de información pasivo. Opta por un acercamiento centrado en las posibilidades que ofrece un proceso formativo participativo, entendiendo las capacidades y talentos de los estudiantes y ofreciendo espacios de crecimiento y fortalecimiento de sus debilidades dentro de sus interacciones en la comunidad.

 

Hooks (1994) argumenta que la clave de un aprendizaje acertado en esta clase de modelo se encuentra en el diálogo de las diferentes partes que construyen la comunidad, más allá de las relaciones estudiante-maestro. Permitir el diálogo es la mejor forma de atravesar las barreras y limitaciones de la educación tradicional, pues profundiza el nivel al que se involucra un estudiante con los contenidos de un curso o un proceso formativo, y con su relevancia como individuo portador de estos conocimientos en su contexto. La autora sugiere que los estudiantes son más propensos a escuchar y aprender al ser parte activa de un proceso dialógico que les permita reconocer sus individualidades y particularidades a través del contraste de experiencias y conocimientos, lo que convierte a las comunidades de aprendizaje en una alternativa idónea para el desarrollo de competencias y de trabajo colaborativo.

 

La creación de comunidades de aprendizaje que den soporte y permitan procesos formativos en todas las áreas del conocimiento es un compromiso que deben adquirir los educadores y las instituciones educativas. Elboj y Oliver (2003) las presentan como un proyecto de cambio, necesario y pertinente, para “responder de forma igualitaria a los retos y necesidades que plantea la sociedad actual y a todas las transformaciones sociales que se están produciendo”. García (2002) expone ciertas condiciones que deben cumplirse para que sea posible la creación, configuración y éxito de una comunidad de aprendizaje:

• Fomentar cambios institucionales que faciliten el desarrollo de las comunidades de aprendizaje.

 

• Buscar modelos efectivos para el funcionamiento de las comunidades de aprendizaje.

 

• Avanzar en las innovaciones técnicas necesarias para permitir que aparezcan las comunidades de aprendizaje, y facilitar herramientas de trabajo que propicien entornos modernos y flexibles.

 

• Permitir la participación abierta y de forma horizontal de todos los miembros de la comunidad, no en esquemas jerárquicos y verticales.

 

• Facilitar el acceso de todos en igualdad de condiciones sin tener en cuenta su condición social o el lugar donde habiten.

 

• Implementar el trabajo colaborativo por grupos.

 

• Situar al alumno en el centro de los objetivos del aprendizaje.

Así mismo, plantea los beneficios que ofrecen las comunidades de aprendizaje, haciendo énfasis en su valor como verdaderos espacios de aprendizaje colaborativo, participativo, abierto y democrático:

 

• Parte del diálogo como pilar central del proceso. Bien gestionado se puede lograr una mayor interacción y participación, y mejor atención y relaciones profesor – alumno.

 

• La responsabilidad compartida. Todos los miembros de la comunidad son participes en el proceso de aprendizaje.

 

• El conocimiento se entiende como dinámico. Adquirirlo no supone ingerir una lista de elementos a reproducir en un examen, sino construir una comprensión propia de la materia.

 

• Es un proceso activo y colaborativo. Esto ayuda a evitar la pasividad que frecuentemente exhibe el alumnado en otros enfoques.

 

En conclusión, las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen una enorme gama de posibilidades para la adquisición de conocimiento, y el auge del internet ha facilitado enormemente la difusión y consulta de recursos y apoyos académicos; pero esto no garantiza la asertividad de un proceso formativo. Por ende, Wegner (2001) advierte que la información por sí misma, el saber aislado de formas de participación, no es conocimiento. Si bien la disponibilidad de todos estos recursos es vital para los procesos formativos apoyados en tecnologías, un proceso que carezca de posibilidades de aplicación y participación en el contexto puede llegar a ser abrumador y alienante. En consecuencia, las comunidades de aprendizaje se convierten en una alternativa que apoya la adquisición de conocimiento y competencias, al generar conexiones y redes de trabajo en torno a temas específicos; también fomenta y facilita la práctica y aplicación de dicho conocimiento al permitir el trabajo y contraste de experiencias a través de la participación activa en estas redes.

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