Somos móviles y multipantalla y queremos extrapolar nuestra experiencia con las marcas a ese curso online que estamos siguiendo. El mLearning, con contenidos adaptados a los dispositivos móviles, abre nuevas y prometedoras puertas. Porque llegar a los alumnos en cualquier momento y lugar, de forma optimizada, es una excelente oportunidad que no podemos desperdiciar con una réplica pura y dura de lo que se diseña para ordenadores. Y, ¡atentos!, que los wearables también vienen pidiendo paso en el campo de la educación, con un sinfín de posibilidades.
Atractivo y futurista, sin duda. Pero, como muchas veces, lo mejor puede pasar desapercibido. En mi opinión, la verdadera revolución es silenciosa y muy profunda. Porque las nuevas tecnologías son el comienzo del camino hacia el dorado de la personalización total y absoluta del aprendizaje. Se acabaron los cursos masivos “enlatados”; podremos aprender lo que nos interese, cuándo y cómo nos convenga.
El aprendizaje 2.0 no tiene tanto que ver con el soporte en el que aprendemos, sino con el fin de la organización tradicional en formato “curso”, de la hegemonía de los contenidos como objetivo del aprendizaje. Termina con la férrea división de roles entre el que enseña y el que aprende y con los sistemas de evaluación orientados a comprobar si hemos adquirido determinados conocimientos. Aunque muchas de las ideas que germinan al amparo de las nuevas tecnologías no son del todo nuevas, lo que llega ahora es la disponibilidad de medios técnicos para hacerlas realidad.
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Hablamos ya de uLearning o aprendizaje ubicuo y lo veremos en tres años, según prevé el Informe Horizon 2020, con una nueva generación de dispositivos para llevar puestos enfocados a la realidad aumentada. El objetivo es hacer el aprendizaje más sencillo, convertirlo en algo dinámico –como no podía ser de otra forma en la era digital-, con una interacción constante entre información, dispositivos y un nuevo tipo de profesor y también de alumno. Con la finalidad de poder aprender en cualquier lugar y en cualquier momento del día, con una fusión natural del mundo virtual y físico, gracias a una tecnología que estará omnipresente.
El otro nuevo modelo (que también podría considerarse una evolución del mLearning) es el pLearning (del inglés Pervasive Learning) o aprendizaje generalizado. En este caso, se emplean “ordenadores que obtienen información sobre el contexto de aprendizaje a través de pequeños dispositivos inteligentes integrados como sensores o etiquetas, para ofrecer un modelo de aprendizaje que permite la comunicación mutua, la contextualización y la adaptabilidad de la información al contexto de aprendizaje” (Morfi, 2011).
“Aprendizaje generalizado”, según lo descrito por Dan Pontefract, es aprender a la velocidad de la necesidad, a través de modalidades de aprendizaje formal, pero también informal y social. Consiste en adaptar el contenido a cada alumno, en términos de planes y objetivos, pero con la sensibilidad de adaptarse a sus habilidades, hábitos y necesidades. Se trata de integrar el aprendizaje hasta fundirlo con nuestro trabajo, aficiones y demás intereses.
De esta manera, el aprendizaje fortalece la autonomía y el pensamiento crítico y adquiere una dimensión más completa, al trabajar las habilidades cognitivas (planificar, investigar, evaluar y seleccionar), con las disposiciones personales (motivación, inquietud, autocontrol, adaptabilidad) y habilidades sociales (colaborar, compartir, liderar).
El interés se convierte, así, en motor hacia la autoformación, un concepto que no es nuevo, pero que adquiere un nuevo sentido con las herramientas digitales que ayudan a multiplicar la capacidad de acceso a personas y recursos. Esto refuerza la teoría que mantiene que el aprendizaje ocurre cuando el que va a aprender está preparado, y no cuando el profesor piensa que debería ocurrir.
Y llegan también los PLE o Personal Learning Environments, recursos en diferentes formatos (texto, audio, vídeo, imagen) a los cuales es posible acceder a través de Internet con experiencias de aprendizaje abiertas, transparentes, colaborativas y sociales. Los alumnos diseñan y conducen sus propios procesos de aprendizaje e interactúan con quienes ofrecen su expertise en las redes sociales para establecer espacios de debate. Lo hacen con herramientas fáciles de utilizar para mantener videoconferencias y videotutorías que dinamitan las limitaciones espacio temporales.
Se dibuja, pues, un prometedor panorama pero no exento de retos. Obliga al formador que diseña e imparte cursos, a la vez que resuelve las dudas de los alumnos, a adoptar el papel de facilitador u orientador en la personalización de cada iniciativa individual de aprendizaje. Y, para ello, debe utilizar las mismas herramientas, por lo que el alfabetismo digital debe acelerarse como destreza clave en cada disciplina y cada profesión, más allá de saber manejar el último dispositivo.
Y las empresas deben hacer lo propio, especialmente las de marcado carácter tecnológico, con la creación de contextos y modelos organizativos que faciliten el aprendizaje informal y el desarrollo de planes personales de aprendizaje. Con espacios de colaboración que permitan aprovechar el inmenso know how que en ellas existe para que cualquier compañero pueda recibir apoyo, asesoría o acompañamiento de expertos con los que pacta un proceso formativo específico para unas necesidades de formación concretas.
Fuente: http://www.aunclicdelastic.com/