Pensamiento crítico y filosofía: herramientas para combatir la ignorancia en la era digital

Pensar o Perecer: Filosofía y Pensamiento Crítico en Tiempos de Superficialidad

Pensar para combatir la ignorancia. O cómo la filosofía y el pensamiento crítico es lo único que nos queda.

Hace 30 años, en 1995, un hombre se suicidó lanzándose al vacío desde el apartamento en el que vivía en París, ese mismo año otro hombre en la misma ciudad murió en un hospital, deteriorado por el Alzheimer.

 

Si esas muertes hubiesen sido en esta época reciente, año 2025, seguro tendrían más prensa, encabezarían las portadas de los medios de comunicación, se hablaría durante varios días de su muerte, se revitalizaría de nuevo la venta de sus libros y posiblemente se crearía un documental o varios, en honor a ellos.

 

No estoy diciendo nada nuevo, todos los medios de comunicación viven de la muerte y la desgracia, empatamos las noticias de una masacre, con el nuevo triunfo de una película simplona en los decadentes premios Oscar. Por sí solo, vivir de noticias positivas no le sirve a nadie. No da rédito.

 

Embarcados en una extraña necesidad de “cómo sea” ser reconocidos, de pavonearse en las desgracias para mostrarlas como éxitos, cada vez es más complejo y prohibido el anonimato, ser famosos a como dé lugar. Brillar en los medios, ser viral en las redes, acumular seguidores, dar la vida por otros.

 

Historia, filosofía y la lucha contra la ignorancia: ¿Estudiar la historia sirve para algo?

Si lo miramos en perspectiva, ¿por qué tanta motivación para figurar ante quien realmente no le importamos? ¿Por qué esta carrera contra el destino para ser cada vez más famosos?

Si lo pensamos desde una perspectiva crítica, cada vez nuestra vida nos pertenece menos, se trata socialmente de lograr grandes triunfos, de hacer lo que a otros les guste para qué me sigan, de llamar la atención para que me sigan, de dejar de ser yo, para que me sigan.

 

Todos hemos conocido recientemente noticias de influencers que, por tomarse las mejores fotos en un risco, un acantilado, un rascacielos, desde un auto en movimiento, han perdido la vida, no son casos aislados. Estudios indican que, entre 2008 y 2021, al menos 379 personas han fallecido mientras intentaban tomarse selfies en situaciones peligrosas. Mueres buscando tu identidad, dirán algunos, te suicidas indirectamente buscando aprobación, diría yo.

 

¿Dónde quedó ese sentido crítico que al menos nos aleja de la muerte de forma instintiva?

Para muchos han muerto en su ley, haciendo lo que amaban. Es bien ridículo pensar así, más bien amaban esa idea de ser recordados, y trastocando la realidad terminaron siendo instrumentos útiles del sistema. Es tan extraña esta sociedad que muchos privilegian la vida de estos influencers y detestan a quien se dedica a trabajar arduamente de forma silenciosa viviendo en el anonimato.

 

Memento mori (recuerda que vas a morir), vanitas (vanidad) que viene a la vez de vanus (vacío), carpe diem (aprovecha el día) son estos conceptos que provienen del Latin, usados ampliamente en el Imperio Romano, y más aún en el Renacimiento europeo. Luego de la Edad Media, se da vuelta sobre ellos, luego de esa larga noche oscura (Petrarca), se revitaliza la idea de la fugacidad de la vida vs la existencia infinita por medio del arte, hacer algo que perdure en el tiempo, La Monalisa, el mejor ejemplo de ello. El Renacimiento fue sinónimo de querer perdurar en el tiempo, idea exacerbada al extremo en la actualidad.

 

¿Para qué sirve estudiar la historia si no es para establecer relaciones causales que nos lleven a liberarnos del pasado? El humanismo nos ha hecho creer que somos especiales, la única preocupación real del fin de los tiempos es suponer que el humano pueda desaparecer;  y con la posibilidad de vivir en otro planeta, ¿realmente quien se quedaría en la tierra como sinónimo de resistencia para morir en silencio, viendo como el cielo despide a los colonizadores del espacio?

Oh melancolía… Lars von Trier.

¿Cómo vamos a combatir la ignorancia? ¿Quién podrá salvarnos?

En las redes se inundan exactamente los mismos chistes con diferentes actores, las mismas bromas, con diferentes actores, las mismas ocurrencias, con diferentes actores.

El acto de crear, denominado en griego “poiesis”, es un proceso de revelación, donde algo pasa del “oculto” al “desoculto”, vinculándolo con su concepto de “ser” (Martín Heidegger).

Realmente creamos en la medida en la que damos luz a lo oculto, en la medida en la que variamos la mirada para transformar lo que vemos con nuevos lenguajes y significados, eso es arte. Eso es filosofía.

 

Al contrario, la mimesis, es la copia imperfecta, la que no muestra la realidad, es una copia de la copia, “como una fotocopia sin identidad propia” (Residente). Según Platón, no podemos acceder a ese mundo perfecto de las ideas, y solo vemos los pálidos reflejos en una pared de un mundo que sucede allá afuera (Mito de la Caverna). Del cual realmente no podemos hacer parte.

 

Estamos tan perdidos en lo virtual que no distinguimos lo real, las actitudes críticas serias que ayudan a punzar la burbuja de lo irreal buscando equilibrar al menos un poco su contenido no logran hacerle mella, la burbuja crece y crece. La realidad virtual gana terreno frente a la realidad real.

En términos más filosóficos, el arte trae de ese mundo perfecto y real de las ideas, visos que los seres humanos podemos captar, así que todo lo que vemos, es solo una pálida recreación de la realidad, no la realidad en sí misma. “La vida oscila, como un péndulo, entre el dolor y el hastío” decía Schopenhauer; el arte nos libera temporalmente de este vaivén, al permitirnos contemplar las ideas eternas en lugar de estar atrapados en el deseo.

 

¿Te suena familiar? ¿Sientes que la vida actual se enmarca en elegir qué y cómo mostrarnos? Somos una amalgama de imágenes, superpuestas con filtros e historias de 10 segundos a lo cual le llamamos realidad, con eso nos identificamos. Yo ya no soy yo. Soy lo que decido aparentar. No soy lo que soy, soy como me percibo, puedo ser mujer u hombre, animal o planta. Me tienes que reconocer como me da la gana, hoy esto es identidad, con el tiempo esta posible disociación de la realidad podría dejar de ser una patología.

 

La pregunta es quién está detrás de todo eso, cuando el espectáculo se termina, y nos dirigimos a nuestros camerinos, nos desmaquillamos, nos quitamos los harapos y nos vamos a dormir en la soledad, ¿Quién está allí? ¿Cuál voz nos habla? ¿Qué tono usa? ¿Cuáles argumentos esgrime?

Esa voz que está allí, ¿qué te dice al oído? ¿realmente quiere todo esto? “para ser uno mismo es necesario demoler todo cuanto uno es” …

 

Un filósofo* plantea que la filosofía sirve para combatir la estupidez. Hace más de 20 años escuché esta afirmación por primera vez, me sonó fuerte y en alguna medida prepotente.

Hoy la considero más relevante que nunca, ¿cómo hacemos frente a este aluvión de superficialidad que cada vez nos envuelve más y más? Digamos que no debemos simplemente considerar que nos rodea la estupidez y que no todo es tan superficial como parece. Nos queda la reflexión profunda, el preguntarnos el para qué pensamos lo que pensamos. Qué tanta calidad contiene eso que pensamos y que ponemos en práctica, principios básicos de la filosofía y el pensamiento crítico.

 

Otro filósofo** decía que cada idea, cada palabra, es una palabra más, tal vez hemos andado un camino innecesario, nos hemos llenado de irrealidad ya que no podemos soportar la realidad. Nos alejamos de lo que somos para ser otros.

La filosofía y el pensamiento crítico es lo único que nos queda, si dudas cuál es tu esencia, esa es tu esencia; pensar de forma natural tu entorno, descubrir los resortes que impulsan tus ideas, eso eres. Sentarte y ver pasar tus ideas como transeúntes, identificarlos, preguntarles, indagarlos, ese eres.

 

Ama eso que vas descubriendo, encaja sin aparentar y en silencio, eso realmente es vivir más allá del común denominador.

Piensa en lo que realmente amas y deseas, ¿por qué no vas por ello? es más fácil simular ser otro, que decididamente ser uno mismo” … “Se está civilizado en la medida en que uno no proclama su lepra, en que se da prueba de respeto por la elegante falsedad, forjada por los siglos” Cioran.

 

“Nada más frágil que la superficie” Gilles Deleuze.

Somos esencialmente superfluos, y en la medida en la que hacemos lo que hacemos sin reflexionar, nos convertimos en instrumentos útiles del supuesto progreso. Por eso amamos lo novedoso, lo nuevo. El capitalismo lo sabe y nos lo vende empaquetado en experiencias.

 

Ese hombre que hace 30 años se suicidó en París se llamaba Gilles Deleuze*, ese hombre que murió deteriorado por el Alzheimer fue Emil Cioran**. Nacieron y murieron antes de las redes sociales, antes de este espejismo llamado virtualidad, igual pelearon contra otros espejismos de la época, no fue ni mejor ni peor su época, vivieron y soportaron a su medida la segunda guerra mundial en París y la ocupación Nazi, otra realidad de la cual deberíamos aprender desde una perspectiva crítica y reflexiva.

 

“Somos afortunados de asistir al final de los tiempos” decía Cioran. Creo que en su pesimismo era optimista. Cuando me preguntan en qué época hubiese querido nacer he ensayado varias respuestas, ahora pienso que cualquiera estaría bien siempre y cuando pueda reflexionar críticamente sobre lo que pase en ese momento histórico.

 

La filosofía y el pensamiento crítico es lo único que nos queda, y como me dijo un viejo amigo de la universidad (que justo me acabo de enterar murió en el 2016, mientras escribo estas últimas palabras para cerrar esta editorial) “el conocimiento sólo tiene sentido en la medida que nos sirva para ser felices” agregaría, viejo amigo Juan Carlos Vanegas Gil, “el conocimiento sólo tiene sentido en la medida en la que podemos dudar de todo cuanto pensamos, para ser más nosotros mismos y así ser más felices y menos idiotas”

Gracias amigos, a Cioran, a Deleuze, a Venegas, nos une esto de pensar, eso realmente es ser inmortales.

Escrito por: Eduardo Montoya Castañeda – Director general ESE – Latam.

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