Y ¿para qué sirve la filosofía? A la memoria de Jairo Alarcón.

Y ¿para qué sirve la filosofía? A la memoria de Jairo Alarcón.

Aprendizaje: teoría versus práctica en la filosofía.

Es verdad que la mente nos lleva por diferentes caminos, muchos de ellos poco transitados, inconscientes. Y esta mañana la mente me llevó a la memoria a Jairo Alarcón, docente del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.

 

En el 2019, mi mente me llevó a su recuerdo, me pregunté una noche de sábado qué sería de él, busqué en la web y me enteré que había muerto un año atrás. Hoy, pasados 6 años le dedico esto.

Debo decir que es el profesor que más recuerdo, me ayudó a calmar mi hambre, tanto la física como la intelectual, la física invitándome a almorzar muchas veces cuando mi situación económica era tan precaria, la intelectual poniendo en cada momento de diálogo las frases, las referencias y las reflexiones adecuadas que se me hacían tan necesarias para vivir.

 

Siempre me gustó de él que no andaba con rodeos y explicaba todo de la forma más simple posible, la palabrería de la filosofía que asfixia con su complejidad no era lo suyo, sus expresiones simples, eran bálsamo para el alma.

 

Un día, hablando de tangos le conté que me habían grabado un cassette, me preguntó cuales tangos eran y hablamos sobre ellos. Pasados unos días, me presentó por azar a alguien, conocedor experto de tangos. Al conocedor de tangos se le notaba el disgusto, yo era un extraño estudiante de filosofía, con un pasamontañas, una larga chivera, bastante flaco. Asumo que mi apariencia era poca digna, para hablar con dos expertos sobre esta música. Me sentí bastante lejano, excluido.

Jairo lo notó, cambió de tema y luego al terminar la conversación nos fuimos caminando. Aprovechando qué su amigo se había ido me dijo con algo de enfado “a todos nos pasa que el conocimiento nos vuelve pedantes” y agregó “no sirve de nada el conocimiento si no puedes ser feliz mientras aprendes”… ese día, a mitad de semestre, caminando por la UDEA entendí para siempre el sentido de aprender filosofía.

Por cierto, era una época en la que estaba muy confundido, ¿para qué estudiar filosofía? ¿Qué sentido tiene? Leía cientos de libros y sus enseñanzas no tenían un sentido práctico de aplicación, sólo unas pocas cosas les veía aterrizadas, razonables, aplicadas. 

Al día de hoy, 20 años después de haberme graduado siento profundamente que muchos se dedican a estudiar filosofía, no para conocerse, sino para perderse, se pierden en el mundo de los malabares conceptuales, de las discusiones exquisitas, de las ideas divergentes, pero se escudan, no tocan su alma, no vuelven todo ese conocimiento hacia ellos mismos, no se palpan, no sienten como humanos que deben reconciliarse con ellos mismos.

 

Considero que la filosofía es el camino de la verdad propia y la verdad se descubre solo de una forma, desmantelándose, deconstruyendo lo que piensas y cómo lo piensas, analizando los mecanismos de tu reflexión y cuestionando todo cuanto has pensado hasta el momento.

 

No sirve de nada ponerse los vestidos de las filosofías de otros, te van a quedar mal, solo serán atuendos que sirve para lucir un rato, similar a vestirse para asistir a un evento, pero al final del mismo llega la cruel verdad, te quitas el traje, te miras al espejo y allí estás. ¿Eso que ves te gusta? si no es así no has hecho la tarea bien, solo te has servido de los ropajes de lo que otros han pensado, pero no has construido tus propias prendas, a la medida. 

 

Y construirlas será doloroso, nos han enseñado a no pensar, a estrenar prendas de terceros, pensando que nos servirán para acomodar nuestras propias almas, y no es así. Esos vestidos empiezan a incomodar pronto, muy pronto, de allí viene la desazón, de allí viene la prepotencia, es el juego intelectual absoluto, se tanto que deslumbro hacia fuera con un corazón roto en el centro.

 

En segundo semestre estaba leyendo el Mundo de Sofía, me lo recomendó mi mejor amiga de la Universidad, era una forma de acercarme a la filosofía, más cuando por error tomamos un curso avanzado de Kant y no entendía casi nada de lo que nos explicaban, ni leyendo su libro Crítica de la Razón Práctica, ni estando atento a las clases, ni preguntado, nada, no entendía.

 

Por esos días y con ese peso de entender busqué al profesor del curso de Kant e intenté preguntarle sobre lo enseñado hasta el momento, la verdad sentí el enfado del profesor cuando le hablé de si era coherente lo que decía Jostein Gaarderd, el autor del “Mundo de Sofía”, y acá hago un paréntesis, este libro es un texto pensado para relacionar a los estudiante con la filosofía de una forma sencilla, sobre todo a estudiantes de colegios, o lectores que buscan algo más fácil de leer. El enfado del profesor radicó en “bajar” la filosofía de Kant a un simple texto de colegio, “la filosofía es más que eso” me dijo, y claro es más que eso, pero cómo la hacemos más sencilla, usted no ha podido hacerla sencilla, pensé resignado. 

 

Para mí un buen profesor será quien siempre sea capaz de explicar de forma sencilla algo, lo que sea, y que te muestre como se puede aplicar, el conocimiento debe servir para algo. Eso lo aprendí de Jairo Alarcón. Aplicarlo es ir cosiendo un vestido a tu medida, pero antes, debes conocer la anchura de tu cuerpo y de tu mente, debes conocer las cicatrices de la piel y del alma, saber dónde hay que poner más cuidados y refuerzos, “scire te ipsum” o conocerse a sí mismo, esa es la gran tarea, la única tarea posible. 

 

No sirve confeccionar vestidos para otros, esas verdades a nadie le sirven, solo serán adornos.

 

Terminé el curso de Kant como pude, o creo que lo perdí, ya mi memoria falla en esas minucias, o seguro lo olvidé, perder o ganar, ganar una materia, ¿qué es eso? Ahora soy emprendedor en una empresa que se dedica a enseñar a evaluar mejor, a enseñar a enseñar mejor, todo tiene sentido.

En retrospectiva, agradezco a muchos docentes de la universidad, o mejor, a todos les agradezco, a unos por enseñarme de verdad y a otros por enseñarme de mentiras. ¿Cómo puedo decir esto? permíteme explicarlo, tus padres te pueden aconsejar que no tomes alcohol, mientras ellos se emborrachan hasta la médula, sus consejos no son su ejemplo, dicen una cosas y hacen otra, sus ideas son solo ropajes. ¿Qué te queda? dos caminos, aprendes por su mal ejemplo y decir “no me fijaré en sus palabras sino sus actos, y sus actos no me sirven para vivir” o seguir su ejemplo y ser un borracho más. 

A los que me enseñaron de verdad, gracias, aprendí a emborracharme con sus enseñanzas, al resto, gracias, aprendí a evitar a toda costa sus ejemplos.

 

Cuando trabajé en los primeros colegios enseñando filosofía me topé con un texto, se llamaba Pensemos 10° y 11°, había una imagen que mostraba como cada ciencia había ido despojando a la filosofía de sus ropajes, la filosofía se mostraba como una especie de pordiosera mientras que otros pordioseros al rasgar sus vestidos, en cada girón, se le llevaban parte de su esencia, un pedazo se lo llevó la psicología, otro la sociología, y así sucesivamente, ¿qué le queda a la filosofía? toda, toda la verdad. 

 

No habites otras reflexiones, no te pongas otras ideas, no te vistas de otras filosofías. 

 

Gracias a Víctor Peñuela también fallecido, a Sergio Pérez, docentes esporádicos de la UDEA, hacen parte de ese grupo de docentes a los que les debo casi todo lo aprendido en esos años, al igual que a Jairo Alarcón, mis más sinceros agradecimientos.

 

Hace tan solo un año (2023), trabajando en una formación con docentes de la Universidad Autónoma Latinoamericana (UNAULA) , se me acercó al finalizar la sesión el profesor William, fue cómo hablar con un amigo de toda la vida, sabiendo que nunca nos habíamos conocido, pero es que él también estudió filosofía y conoció a Jairo y a Víctor, compartimos la misma afinidad. Y me hizo reír durante días con un pequeño y simple chiste, que en su momento le contó Víctor, profesor profundamente pragmático:

“Llegaron dos filósofos alemanes al cielo, en la entrada dos puertas, una decía ingreso al cielo, en la otra teoría sobre el cielo; ellos escogieron la segunda” 

¿Por qué ir por la teoría cuando puedes experimentar la vida misma? Qué fácil es filosofar y teorizar sin arriesgarse, cuando todo está bien, que fácil es soportar el dolor del otro, qué fácil es decir “si yo fuera usted haría esto…” claro es que no somos nadie diferente a nosotros mismos y por ello debemos ir redactando nuestras propias verdades, y sobre todo poniéndolas en práctica a ver qué tan verdaderas son. ¿Escoges el cielo o la teoría sobre el cielo? 

 

Gracias, infinitas gracias, a todos y cada uno. Y por supuesto, gracias a un filósofo que nunca estudió filosofía, que de forma sencilla me enseñó con ejemplos muchas cosas que no podría haber aprendido ni leyendo todos los libros de ética existentes. Un ateo silencioso que no tenía necesidad de incomodar a nadie con sus ideas, las vivía a su manera. Mi padre.

 

 

 

*Créditos: Imagen de encabezado tomada de: https://www.udea.edu.co/

 

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