La Neurociencia nos indica, a través del estudio del cerebro, que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que llama la atención y genera emoción. Aquello que es diferente y sobresale de la monotonía. La Neuroeducación aplica estos conocimientos a la enseñanza y nos da algunas estrategias.
Nadie puede aprender nada, y menos de una manera abstracta, a menos que aquello que vaya a aprender encienda su curiosidad.
La curiosidad es el mecanismo cerebral capaz de detectar lo diferente en la monotonía y el ser humano es un animal curioso por naturaleza. Según explica la neurociencia, nuestro cerebro emocional se activa cuando algo diferente asoma en nuestro entorno. Si lo que sobresale es importante para nuestra supervivencia, lo aprendemos y lo memorizamos. Por eso, el neurocientífico Francisco Mora asegura que “nadie puede aprender nada, y menos de una manera abstracta, a menos que aquello que vaya a aprender encienda su curiosidad”.
En los primeros años de vida, el juego es la conducta que desarrolla el niño para aprender con el estímulo de la curiosidad. Solo hay que ver a dos niños jugando y comprobar el ensimismamiento en la tarea. El instrumento del juego, combinación de curiosidad y placer, es el arma más poderosa del aprendizaje.
Recientes estudios han resaltado la importancia de fomentar en los primeros años de colegio esa curiosidad primitiva, como un primer mecanismo útil para aprender y memorizar mejor. Sin embargo, provocar la curiosidad en aquellos niños que no la tienen espontáneamente, siempre ha sido un problema con mucha enjundia. Todos los maestros y educadores buscan encontrar la fórmula docente que les permita encender la curiosidad de los alumnos en la clase. Están deseosos de que se les provea de instrumentos capaces de hacer curiosas sus enseñanzas.
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Estrategias desde la Neuroeducación
1. Comenzar la clase con algo provocador, sea una frase, un dibujo, un pensamiento o con algo que resulte chocante.
2. Presentar un problema cotidiano que lleve a despertar al alumno al principio de las clases: “Al venir hoy a clase he visto en el parque una fila de árboles todos pintados de azul, ¿a qué creen ustedes que puede deberse ese fenómeno? ¿Qué intención tiene quien lo ha hecho?
3. Crear una atmósfera de diálogo por parte de los alumnos en la que estos se vean relajados y a gusto y no cuestionados sobre si sus preguntas son tontas o sin ningún interés.
4. Dar el tiempo suficiente para que algún alumno desarrolle un argumento y se vea con ello motivado a encontrar la solución ante los demás problemas que plantea.
5. En un seminario y sobre un tema concreto no preguntar sobre un problema, sino incentivar al estudiante a que sea él quien plantee el problema de forma espontánea. Ello estimula su propia querencia, autoestima y motivación personal.
6. Introducir durante el desarrollo de la clase elementos que impliquen incongruencia, contradicción, novedad, sorpresa, complejidad, desconcierto e incertidumbre.
7. Que los grados del punto anterior sean los adecuados sin provocar ansiedad en los alumnos.
8. En los seminarios o clases prácticas procurar la participación activa del estudiante y su exploración personal.
9. Reforzar el mérito y el aplauso ante una buena pregunta o resolución de un determinado problema.
10. Modular pero no dirigir la búsqueda de una respuesta por parte de alumno y menos proporcionar la resolución del problema.
Fuente: desdemimapa.com