El fin de las universidades: Distopía o Utopía

El fin de las universidades: Distopía o Utopía

El fin de las universidades: Distopía o Utopía

“¿Qué día es hoy?”, le preguntó José Arcadio Buendía a su hijo Aureliano. Este le contestó que era martes. “Eso mismo pensaba yo”, dijo José Arcadio. “Pero de pronto me he dado cuenta de que sigue siendo lunes, como ayer. Mira el cielo, mira las paredes, mira las begonias. También hoy es lunes” Cien Años de Soledad”, Gabriel García Marquéz. 

 

“Es un hecho, tarde o temprano, las universidades van a desaparecer”. Esto lo han dicho expertos, estudiantes, profesores, gurús, adivinos, astrólogos y gente del común.

¿Por qué van a desaparecer? 

Hay muchas razones. En un mañana cercano pasarán varias cosas, las máquinas harán todo por nosotros, tomaremos una pastilla para aprender cualquier cosa, o seremos superhumanos con poderes especiales.  Y cómo sea que pasen las cosas, no habrá espacios para las universidades. 

 

Y en un presente donde Google y Chat GPT saben todo y pueden enseñarlo a cualquiera no hay espacio para las instituciones. Los más radicales piensan que no es necesario ni enseñar ni aprender nada, solo basta con saber donde buscarlo.  Así las cosas, quienes trabajamos en educación, sea en colegios, escuelas o universidades hemos de prepararnos para este final de los tiempos y dedicarnos a otra cosa.

 

La caída de las matrículas, la baja en la tasas demográficas, el desinterés relativo por estudiar, los nuevos mecanismos para ganar dinero fácil, los cursos de mentorías milagrosos en los que muchos creen, la deserción escolar, el que un título no asegure un trabajo, las profesiones que están desapareciendo por el avance tecnológico y claro, las nuevas aspiraciones de ser Youtuber o influencer, ¡hacen parecer que todo está en contra de la universidad y las escuelas.

 

Así que ya estoy planeando mi próxima vida en esta vida y me pregunto ¿qué voy a hacer?, ¿será que voy a la universidad a estudiar otra carrera antes que la cierren?

Si esa es mi decisión, la de ir a estudiar un pregrado que sí tenga futuro en el futuro, solo tengo claro que debo ir a una universidad de renombre, una con trayectoria, seguro son las únicas que podrán resistir los avatares del tiempo insolente que se empecina en destruir todo a su paso. Serán las que agonicen más lentamente antes de su inminente final. 

 

Y voy a ser ingeniero de sistemas, me gusta esa carrera, tienen un futuro prometedor y en unas horas los ingenieros ganan lo que ahora muchos ganamos en una semana. O mejor, pensándolo bien, como no estoy seguro si alcance a terminar antes de que cierren la universidad, voy a estudiar por mi cuenta, seré empírico, y voy a desarrollar mis competencias en la práctica, trabajando en el campo y abriéndome camino para ser un gran desarrollador. Realmente no necesito la universidad. 

 

Me enfada un poco pensar que todo lo que hago ahora, toda mi carrera profesional centrada en la docencia desaparezca, pero es lo que hay, las cifras no mienten. Las bibliotecas cerrarán, las tiendas, las cafeterías otrora llenas de estudiantes a su vez llenos de ilusiones van a desaparecer, ahora solo es necesario una “laptop” y acceso a internet para devorarse al mundo.

 

¿Qué harán a su vez las familias de los docentes? ¿Qué harán los directivos? ¿Qué será de las personas de servicios generales? Imagino bloques desolados, sin el estruendo de los humanos, laboratorios vacíos, oficinas desiertas, buses de transporte chatarrizados. 

 

Imagino un mundo sin mucho que hacer para los que somos docentes, y pienso en todos los que están afuera del circuito académico, atareados ganándose la vida por fin sin la necesidad de una carrera, esos que supieron en el debido momento abandonar sus estudios para dedicarse a otra cosa serán los nuevo profetas que muestran hacia dónde debemos caminar. 

Obviamente las empresas no van a contratar a las personas que tengan un título, solo contratarán a aquellos que sepan resolver sus problemas, que tengan la competencia exacta en el lugar correcto. 

De apoco se van a ir deconstruyendo todos los modelos educativos del mundo, para darle paso a unos nuevos sistemas que saben responder a las necesidades del mundo futuro, el colegio, la escuela, desaparecerán, por fin las tediosas y aburridas horas es jaulas de clase serán cosa del pasado. 

 

Centrados en el estudiante, los conocimientos girarán en torno a él, unas gafas mostrarán todo, un celular lo sabrá todo y solo será necesario un click. 

 

Será innecesario gastar tanto dinero, ¿Qué hará Harvard? posiblemente lo que esta universidad haga será el ejemplo para el resto de las universidades del mundo. Los 50 mil millones de dólares que actualmente posee en fondos, podrá destinarlos a otras cosas. ¿A qué?  a pensar un mundo mejor, a mejorar las finanzas de otros países haciendo donaciones. La verdad es que nunca necesitamos a Harvard, ni a ninguna universidad del mundo, todo invariablemente iba a llegar a lo mismo, un mundo sin escuelas y sin educación tradicional. 

¿Qué nos queda? 

utopia

Todas las luchas se irán al carajo, los recortes del Estado a la educación no serán ya un problema, los encapuchados de las universidades oficiales no tendrán ya excusas. Su trabajo será cosa del pasado. No podrán defender lo que ya no existe.

Distopía versus Utopía

Desde el inicio de la historia, muchas de las narraciones que conocemos tienen un consenso sobre el fin de los tiempos y siempre con dos vías ineluctables, la utopía o la distopía. El mundo perfecto que ha de llegar versus la completa miseria llena de muerte que nos hemos labrado: Cielo vs Infierno en los judeo cristianos y el islam. Nirvana vs Karma en el budismo. Satya Yuga vs Kali Lugá en una mirada Hinduista, y lo mismo se esconde en narraciones de la santería en África de la mano de Oduduwa, el destino Ayé será catastrófico, pero llegarán de nuevo los dioses a restablecer todo de forma perfecta.

En el Sintoismo Japonés encontramos las ideas de renovación y purificación constante (Kami), necesarias en un mundo como este lleno de pecado y deshonra (Tsumi). Los eventos naturales llamados Kami (a la vez representados por dioses)  son manchados mediante los Tsumi ( de allí la palabra tsunami). Y esa eterna pugna entre lo bueno y lo malo mantienen una tensión natural en el mundo. Yin Yan en el Taoísmo Chino. Y en las culturas casi extintas de Mesoamérica por ejemplo los Mayas y su creencia en los ciclos del tiempo llamados Baktunes, ofreciendo sacrificios a los dioses  para apaciguarlos y mantener la fertilidad. 

Históricamente ¿por qué somos tan fatalistas en todos los continentes y en todas las religiones más populares? ¿Hay un inconsciente colectivo que nos lleva a pensar lo mismo aunque no nos conozcamos?

Las anteriores creencias no son exclusivas del fenómeno religioso, ya Goya lo representó de forma magistral en su aguafuerte denominada “El sueño de la razón produce monstruos”. Podemos decir que la razón también es bastante pesimista y crea monstruos. 

El pensamiento ilustrado en cabeza de: la razón, la política y la ciencia,  no se escapan de estas narraciones distópicas y utópicas. Marx soñaba con un mundo ideal fruto de un sistema político y social más justo. Pero el capitalismo “degeneró” sus ideales. 

Salvo raros casos, casi nadie está feliz con el sistema político que lo rige, incluso los beneficiados ven lo poroso del sistema para el que trabajan, sabiendo que en un presente cercano perderán el poder. En el fondo todos lo saben, la política realmente no quiere solucionar nada, poner en práctica soluciones reales sería atacarse a sí misma.  

Y aunque todos sabemos esto, los políticos ganan de nuevo con sus discursos de miedo, de odio, de ira, y azuzan a los electores para que en la próxima elecciones voten por ellos y así recobremos el camino a las sendas perdidas del paraíso. 

Al igual que el discurso en el seno del fenómeno religioso, la política ha sabido crear mundos ideales gracias a narraciones fantásticas. Se han permitido incubar en la mente de los ciudadanos un mundo quimérico y perfecto que solo llegará si apoyo a la derecha, esta nos dará lo mejor posible del mundo, exactamente lo mismo que dice la izquierda. Adam Smith creía fielmente en un mercado perfecto ad infinitum, ¿qué pensaría hoy en día del efecto de sus tesis? 

Y la ciencia, inclemente, nos pone en la perspectiva de o aplicamos cambios o vamos a devastar el mundo y la vida del hombre, vendrán los tiempos de Mad Max o Blade Runner. De la revolución y la consciencia de las máquinas que se levantarán contra su creador el hombre, esto lo vienen planteando los tecno pesimistas.  En oposición, hay otro discurso completamente positivo e idealista de los tecno optimistas, que consideran que las máquinas harán el trabajo pesado y de esa manera nos vamos a dedicar a lo que realmente amamos, nuestra familia, amigos o mascotas, al arte y la estética. A disfrutar de los días azules en medio de la salud eterna.

Los tecno optimistas consideran que estamos a un paso de explicar todo, de colonizar el sistema solar y luego el universo, de ser inmortales. Extraña paradoja, en teoría, “el calentamiento global es un fenómeno hasta cierto punto aceitado por la ciencia, ésta a su vez creada por el hombre, y que esperamos sea revertido con la ciencia”.

Saliendo de la caja, pensando en perspectiva, después de 6.000 años de historia y civilización, nos seguimos pavoneando con las mismas ideas, pero usando diferentes adjetivos. No hemos madurado mucho. Nuestro cerebro y biología claramente ha cambiado poco o casi nada. Y podemos adivinar que no va a cambiar esa narración de forma fácil. 

Desconectarnos del mundo para saber realmente qué sucede. 

Durante varios días a las 3:30 de la mañana escribo este artículo, con la intención de publicarlo cerrando este mayo, a esta hora no uso mi celular, no uso internet, no se que pasa allá afuera, silencio total.

Si ampliara esa lógica a los días, las semanas, los meses y los años vería como nada o casi nada cambia alrededor, desconectado del mundo me acercaría más y mejor a una cruel verdad, todo se acaba y se reconstruye en la mente de cada uno de forma cíclica cada día. 

Sería mejor entonces alejarnos de los noticieros fatídicos a la hora del almuerzo, que lanzan la estocada final, en este mundo que a cada momento da la impresión que en breve se ha de acabar. Ya no hay remedio. Pero seguimos existiendo.

Los predicadores – Nietzsche diría predicadores de la muerte- esperan que todos arrepentidos, nos desenfademos de esta vida y busquemos la del más allá. Donando todo, dando todo, dejando de vivir.

Tal parece que el mundo se afana en que no vivamos, y si vivimos, que sea con miedo, esperando un puto final revelador, que efectivamente nunca llegará.

No sabemos qué pasará con las universidades, así como no sabemos qué pasará con el futuro, ya que “solo hay dos personas que saben que pasará”: los que lo suponen y los que les creen. 

Te invitamos a escuchar nuestro Podcast de este mes, conversaremos y profundizaremos sobre este articulo.

¿Qué nos queda por hacer? 

Es un mundo desolador si se mira en la mera perspectiva de conocimientos vacíos, de miradas tenues, de pensamientos tibios. El análisis de la historia por medio de la filosofía nos debe servir para seguir desenmascarando mitos, desdoblando verdades a medias, buscando entender cada vez mejor lo que sucede alrededor.

Es cierto que la universidad, y en general los sistemas educativos han cometido una buena cantidad de errores, y en cierta medida ahora vemos el resultado de ello, la exclusión por parte de muchas instituciones a ciertas poblaciones cerrando la posibilidad de ingresar al sistema educativo ha sido y sigue siendo real y vigente. La falta de conexión con el mundo laboral y las necesidades de las sociedades se puede evidenciar en muchos casos. Los excesivos costos en matrículas y programas, la burocracia y la pesada estructura administrativa, la falta de inclusión para personas con necesidades educativas especiales y diversas son fácilmente señalables. 

Mucho se ha hablado de instituciones que prefieren la cantidad sobre la calidad, de investigaciones que no tienen serios componentes éticos, privilegiando ciertos sectores del mercado y la industria o el gobierno. Pero, no son todas las universidades, no podemos pensar que en este caso todas hacen lo mismo. ¿Y qué han hecho bien?, ¿qué les debemos? ¿te lo has preguntado?

Podemos decir que de la mano de los grandes avances tecnológicos y científicos en los últimos 500 años, las universidades han tenido un papel preponderante. Desde las imprenta moderna de Gutemberg que estudió en la Universidad de Erfurt en Alemania, o la creación del método científico de Francis Bacon que estudió en la  Trinity College de Cambridge y la Universidad de Poitiers de Francia. Las bases sólidas de la Filosofía moderna con Immanuel Kant como estudiante y docente de la universidad de Konigsberg. Los fundamentos de la teoría clásica de la economía de Adam Smith (Universidad de Glasgow).

Y para no detallar una lista infinita, la sociedad tal como la conocemos en la actualidad se ha movido sobre los goznes de las universidades. La teoría de la evolución, de la relatividad, el descubrimiento del ADN, las ciencias computacionales hasta la IA más avanzada, los antibióticos, el desarrollo de vacunas, el estudio y mapeo del cerebro y del universo. Todas y cada una de estas discusiones, sus avances y lo que ahora se dice tienen una relación indeleble con las universidades.

Es cierto que muchos estudiantes y futuros profesionales asisten más a la universidad por lo útil, más que por lo importante que puedan o logren hacer, pero solo hasta el final de nuestros días, sabremos cómo realmente estamos aportando y volviendo lo útil importante. La educación y el aprendizaje no trata solo de hacer lo útil, trata de pensar y re pensar las bases mismas del pensamiento, hacer metacognición, refutar y volver a crear, hacer arte. No es repetir lo aprendido, es crear cultura.

Por esto, luego de recorrer y conocer tantas universidades, las preguntas que todas se vienen haciendo, las políticas que están implementando y la forma en la que se están reinventando es más que inimaginable. 

Las universidades de quinta generación, se vienen pensando y gestando más rápidamente de lo que creemos, tal vez somos muchos de los que ya pasamos por ellas que vemos el mundo tal cual como no lo enseñaron años atrás cuando visitamos sus aulas, pero no será tan cierto. Ahora las discusiones están a niveles insospechados, el límite de las ciencias y el trabajo transdisciplinar y multidisciplinar, el aporte a la comunidad y la responsabilidad social, el apoyo al emprendimiento como motor del desarrollo (todas las grandes empresas del mudo fueron un proyecto en su momento). La digitalización y el lifelong learning, las rutas de aprendizaje a la medida.

Para cerrar, según cifras oficiales de la OECD, la ACE y la UNESCO, acabar con las universidades sería equivalente a afectar el 10% de los empleos del mundo, disminuir hasta en diez puntos el PIB mundial y volver a una especie de edad media donde gobernaban más los ideales de la fe y las creencias míticas, que de la razón y la ciencia. Podemos hacer muchos reclamos a las universidades y en general al sistema educativo, es lícito y necesario hacerlo. Pero debemos ver el panorama más amplio y complejo. Le debemos también lo mejor de este mundo, de esta sociedad, a quienes han creído en la educación y han dado su vida a ella. 

José Arcadio Buen Día, se levantó un lunes, preguntó qué día era, y durante toda la semana siguió haciendo la misma pregunta. La respuesta no le satisfacía, todo el mundo le respondió que era lunes, luego martes y así cada día. Pero para él, era lunes. El tiempo no pasa. Siempre es lunes (“siempre es hoy” Cerati).

Estaba loco decían muchos. Pero dejando la literatura y la filosofía de lado, o mejor, redimensionando un poco la frase: el tiempo no pasa y la mayoría de las narraciones no suceden. Solo habitan la cabeza, nada más que eso. 

Las escuelas, los colegios y las universidades crean arte, crean cultura, crean ciencia, crean religión, crean ese cúmulo de narraciones que llamamos sociedad, que son parte fundamental de la cultura, fatales o fascinantes, todas las narraciones conviven y crean todo a la vez.

Vengo del futuro y nada malo va a pasar, nada bueno va a pasar, siempre será lunes.

 

Eduardo Montoya – Director general ESE Latam

Te invitamos a escuchar nuestro Podcast de este mes, conversaremos y profundizaremos sobre este articulo.

→ Youtube

→ Spotify

→ Apple podcast

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *