Cómo aprendemos y nos motivamos: neurociencia para una educación eficaz.
Cómo aprendemos y nos Motivamos: neurociencia para una educación eficaz:
Para iniciar te invito a pensar en dos hermanas gemelas; se gestaron en el mismo saco vital – contaron con suerte-, tienen una crianza influida por las mismas costumbres, exigencias y estímulos que les permiten desarrollarse plenamente en cada una de sus etapas; van a la misma escuela, ven las mismas clases y crecen con los mismos amigos. A pesar de esto es común recibir retroalimentaciones muy diferentes para el desempeño académico donde generalmente una destaca más que la otra y por tanto obtiene mejores calificaciones. ¿Por qué crees que esto ocurre? ¿Será una cuestión de inteligencia? ¿Será una cuestión de motivación? ¿Es una cuestión de contexto?
Saber de neurociencia es actualmente un imperativo para relacionarnos en las diferentes esferas humanas, puesto que permite conocernos, determinar límites y posibilidades como individuos y como especie, el desarrollo personal y el perfeccionamiento profesional. La neurociencia nos da luces sobre cómo apoyar el ejercicio de las profesiones, especialmente la docencia. Es por ello que en esta ocasión abordaremos el tema del aprendizaje desde la perspectiva de cómo ocurre, cuáles son los retos a los que nos enfrentamos y cómo la motivación es indispensable para diseñar e implementar un método didáctico eficaz que realmente nos aseguren el aprendizaje de los estudiantes.
¿Cómo aprendemos?
Desde la perspectiva de David A. Sousa en su libro: cómo aprende el cerebro humano (2002) encontramos una explicación sencilla pero no por eso menos compleja de cómo aprendemos. Este autor plantea que el proceso de aprendizaje comienza en nosotros mismos, es decir en la percepción que tenemos de nosotros, nuestras capacidades y en general la forma como percibimos el mundo a través de los sentidos. La información que nos llega del contexto, de acuerdo a su relevancia, se aloja en la memoria a corto o a largo plazo; para finalmente procesarla y convertirla en conocimiento sobre nuestras experiencias, la relación con el contexto y nosotros mismos. En este sentido aprender implica transformar la información que nos llega de los sentidos en ideas y pensamientos lógicos que nos permiten analizar, integrar y sintetizar información y abstraer generalidades.
Contrario a lo que hemos escuchado siempre las emociones si influyen en el aprendizaje. Por eso recordamos las experiencias positivas y las negativas; siendo estás últimas aquellas que tienen un gran impacto en nuestro cerebro y por eso tendemos a darle mayor relevancia. De igual forma el movimiento, la música, y el medio didáctico influyen directamente en la concentración y en el desarrollo del aprendizaje. Estos aspectos que antes eran impensables en un salón de clases, ahora se ponen sobre la mesa como el plato fuerte.
Ahora bien, siguiendo los estudios más recientes sobre el cerebro y el aprendizaje hemos encontrado tres aspectos claves que nos permiten comprender cómo ocurre y los escenarios más adecuados para intervenir, estos son:
- La definición de objetivos de aprendizaje.
- El desarrollo de la plasticidad.
- La aplicación de técnicas para la concentración.
Este proceso aparentemente sencillo y conocido nos supone unos retos que gestionados de manera adecuada nos permitirán potenciar el aprendizaje y por tanto el proceso formativo. Estos retos están relacionados con la transformación de prácticas educativas a la luz de los avances sobre el desarrollo cerebral y el aprendizaje, la pertinencia de lo que aprendemos, provocar y promover emociones positivas en los estudiantes, ofrecer un medio didáctico lo suficientemente variado y ofrecer estrategias de motivación que permitan mantener la concentración y el enfoque para alcanzar los objetivos.
La definición de objetivos o resultados de aprendizaje:
Parecería obvio que la escuela al ser un lugar destinado para el aprendizaje está al tanto de los nuevos descubrimientos y alcances de las teorías sobre el cerebro y la forma como aprende, pero sabemos que esto no es así. Históricamente la escuela ha sido un escenario de contradicciones, creencias, poderes, influencias, corrientes que se han disputado la veracidad de las ideas y han ejercido control sobre la forma cómo aprendemos, lo que aprendemos y la manera como expresamos lo aprendido.
Lo anterior se ve constantemente reflejado en prácticas educativas que en ocasiones llamamos tradicionales, pero que en realidad en muchas ocasiones responden al desconocimiento de cómo intervenir e impactar realmente en el aprendizaje. Expresiones como “saquen una hoja” o “salga al frente nos cuenta de qué se está riendo” nos ponen de cara a la realidad que ha acompañado durante años al sistema educativo y por tanto a las prácticas que generan y miden los aprendizajes en estos contextos, en muchas ocasiones con poco éxito. Es por esto que en este primer aspecto nos encontramos ante un reto importante: la transformación de prácticas educativas a la luz de los avances sobre el desarrollo cerebral y el aprendizaje y la toma de decisiones.
El aprendizaje sin objetivos o sin resultados que evidenciar se puede convertir en fuente de frustración puesto que ante el esfuerzo y la incomodidad que supone este proceso, el cerebro no obtiene ningún reconocimiento o recompensa que le permita mantener la motivación y la posibilidad de avanzar. Un estudiante que conoce para dónde va y se siente a gusto con ello pondrá su energía y motivación en superar las dificultades que le supondrá el proceso. Es por ello que es importante preguntarnos por la pertinencia de lo que enseñamos actualmente en contraste con las evidencias de aprendizaje, que van desde la participación activa de los estudiantes, el nivel de compromiso con su proceso y el desempeño en las evaluaciones.
Es por lo anterior que lo más adecuado como punto de partida en el aseguramiento del aprendizaje es implementar y revisar los procesos evaluativos y autoevaluativos para alinear las intenciones, los contenidos, las reflexiones, los métodos más adecuados y tomar decisiones acordes a la pertinencia de éstos.
¿Cuál es el contexto actual de nuestros estudiantes? ¿A qué desafíos se enfrentan? ¿Cuáles son sus posibilidades y potencialidades? ¿Qué queremos lograr en ellos? ¿Qué tanto conocen hacia dónde vamos? son preguntas claves que nos permiten reflexionar y construir unos resultados de aprendizaje pertinentes y coherentes con lo que queremos aprender.
De esta manera el aprendizaje debe comunicar unos objetivos y alinearse a unas necesidades que nos permitirán replantearnos constantemente lo que enseñamos, su pertinencia y tomar decisiones en pro de que los estudiantes recuerden y entiendan con más facilidad los contenidos.
El desarrollo de la plasticidad:
El concepto de plasticidad cerebral es tal vez uno de los más importantes en el desarrollo del aprendizaje puesto que nos exige una tarea poco sencilla: pedirle al cerebro que haga algo por fuera de lo que está acostumbrado a hacer bien; es decir, exigirle a nuestro cerebro que se atreva a equivocar.
Sabemos muy bien que tanto la sociedad como nosotros mismos castigamos fuertemente el error. Es común medir el aprendizaje a partir de la cantidad de aciertos que tenemos en un proceso, pero la realidad es que cuando nos equivocamos el cerebro libera su neuroquímica; aquella que permite ponernos en estado de alerta para seguir soportando la incomodidad que genera equivocarse, enfocándonos en nuestro objetivo para finalmente convertir ese lugar incómodo en un aprendizaje.
Tradicionalmente los procesos de formación han condenado y satanizado el error como la evidencia de una falta de aprendizaje. El sistema evaluativo tradicional se ha encargado de generar y asociar emociones negativas al error, que nos han imposibilitado ver la potencia que tiene acompañarlos para convertirlos en un aprendizaje. Es por esto que para generar plasticidad hay varios elementos que debemos considerar:
- la generación de emociones positivas.
- la evaluación formativa y la retroalimentación constante.
- la generación de transferencia a partir de un medio didáctico rico y variado.
- la motivación a través de recompensas y reconocimientos que nos permitirán pasar de una motivación netamente extrínseca a una motivación más intrínseca y duradera.
Recordamos las mejores y las peores situaciones que nos han ocurrido porque están ligadas a una emoción intensa de satisfacción o frustración, poniendo en evidencia la importancia que tienen las emociones en la construcción de nuestros aprendizajes. Los docentes o los encargados de guiar este proceso tienen la labor de provocar y promover emociones que orienten y ayuden al estudiante en ajustar la percepción de sí mismo para tener mejores desempeños en los procesos de aprendizaje. Esto es posible a través de la evaluación formativa y la retroalimentación constante.
El proceso de evaluación es un sistema de recompensas que, asociadas a la oportunidad de transformar los errores en aprendizajes a través de la retroalimentación, se convierte en un proceso necesario para promover emociones positivas y generar una transferencia más sólida con los estudiantes. La plasticidad cerebral ocurre cuando nos enfrentamos a diferentes retos y observamos progreso en ellos, por ello el medio didáctico más adecuado para esto es aquel que incluye variedad de estrategias que nos impactan en las emociones (considerar el humor), el movimiento, los estímulos sensoriales y que incluyan juegos, música y retos que posibiliten la integración de conceptos y agrupar temas.
Para lograr lo anterior y tener un desarrollo autónomo del aprendizaje es necesaria la motivación. Recompensas y reconocimientos que nos permitan sostener la voluntad de aprender en momentos o situaciones de error o frustración. Sousa define la motivación extrínseca como aquella impulsada por factores externos, como recompensas, calificaciones, o reconocimiento. Los estudiantes responden a estímulos externos y se esfuerzan porque esperan recibir algo a cambio. Aunque esta motivación puede ser útil a corto plazo, Sousa advierte que depende de incentivos constantes para mantenerse, y su efecto tiende a ser temporal. Los estudiantes motivados principalmente de forma extrínseca pueden aprender el contenido superficialmente o con un enfoque a cumplir con lo que se espera de ellos sin un interés profundo. Por su parte, la motivación intrínseca como la que proviene del interés genuino, la curiosidad o la satisfacción personal al aprender le permite al estudiante encontrar placer y propósito en el proceso de aprendizaje en sí mismo.
En este sentido las preguntas: ¿Qué me motiva a aprender? ¿Cómo motivo a mis estudiantes? ¿Cuáles son las motivaciones personales y colectivas para aprender? son clave en la construcción de secuencias didácticas que nos aseguren el aprendizaje.
Además de lo anterior para generar plasticidad en los estudiantes es necesario:
- Resolver problemas que aumenten su nivel de complejidad
- ejercicios de escritura creativa y direccionada
- cambios de rutinas para estimular nuevas conexiones y generar la incomodidad necesaria para lograr un aprendizaje
- ejercicios de observación detallada y expresión oral
- Incluir estrategias creativas o de construcción.
La dopamina es la recompensa más agradable para nuestro cerebro y esto se logra cuando la frustración de cometer errores y la incomodidad de los cambios se convierten en una oportunidad para aprender. Esto se logra a través del acompañamiento y la seguridad que nos ofrece la retroalimentación constante de estas actividades y la oportunidad de convertir acciones positivas en estructuras que nos den confianza y satisfacción.
La aplicación de técnicas para la concentración
El cerebro y el aprendizaje requieren de entrenamiento. Sus diferentes partes y funciones requieren de un estado de equilibrio entre la relajación y la energía. Un cerebro que está todo el tiempo en estado de alerta, liberando cortisol y estrés se tarda en aprender, puesto que la química cerebral encargada de la atención y concentración está dispersa, tratando de defenderse de la supuesta amenaza que le indica su estado de alerta. Es por esto que es necesario generar emociones positivas en el proceso de formación, evitando la ansiedad que genera las evaluaciones centradas únicamente en los resultados, y los procesos de acompañamiento que señalan el error sin tener a cambio un plan de transformación.
Para activar las ondas alfa (relajación) es necesario disponer de un clima de confianza para expresar dudas, cometer errores sin ser sancionado con una calificación, posibilitar experiencias de reconocimiento personal y potenciar las emociones positivas.
Para activar las ondas beta (energía) nuestro cerebro necesita movimiento. El nivel preescolar es experto en potenciar el aprendizaje de los infantes en tanto hay juego, movimiento, música y espacio para la creatividad. Ejercicios físicos como saltar, moverse, bailar son adecuados para este objetivo. De igual manera para entrenar nuestra atención necesitamos diariamente ejercicios de seguimiento de movimiento, la música, las adivinanzas, nombrar objetos que observamos a nuestro alrededor; son acciones que nos permitirán enfocarnos pasando de un foco abierto (dispersión) a uno más cerrado (concentración).
En este sentido, diariamente debemos propiciar actividades entre la relajación y el movimiento. Que nuestros estudiantes tengan la posibilidad de moverse, tener estímulos como la música y actividades de enfoque previo a ejercicios que exijan total concentración.
“Lo que una persona “siente” sobre una situación de aprendizaje determina la cantidad de atención que se le dedica a la situación” (Goleman citado por Sousa, 2002)
Te invito a que en este momento pares la lectura y ¡saltes tres veces!
¿Qué tal se sintió?
¿Cómo empleamos esta información para fomentar una educación significativa y la construcción de una sociedad de aprendizaje activa y responsable?
Teniendo como punto de partida el conocimiento sobre cómo aprende nuestro cerebro, es necesario diseñar estrategias de aprendizaje que realmente lleven a los estudiantes a un proceso de aprendizaje autónomo que oscile entre la motivación extrínseca e intrínseca, pero ¿Cómo lo hacemos?
Para diseñar e implementar sesiones de aprendizaje es necesario considerar los retos que nos suponen aprender, estos son:
- tener resultados de aprendizaje claros y oportunos a las necesidades de los estudiantes y el contexto.
- generar emociones positivas en los estudiantes. Esto lo logramos a través del diálogo y las retroalimentaciones centradas en las oportunidades de mejora y en los planes de acción para alcanzar lo que aún no se logra.
- diseñar e implementar secuencias didácticas que integren el movimiento, la música, los juegos, y la posibilidad de transformar los aprendizajes en productos y pensamientos creativos.
Es común escuchar entre los docentes valoraciones como “esto está mal” “eso ya deberías saberlo” “a ustedes no les importa esto” “esto es obvio” que, aunque no lo creamos están generando emociones negativas en los estudiantes y contribuyendo a la desmotivación. Si bien es cierto que también encontramos otras valoraciones mucho más positivas, a las negativas se les da mayor importancia, por lo tanto, por más pocas que sean, se convierten en significativas y por lo tanto es importante reducirlas.
Esas expresiones negativas en ocasiones están acompañadas de una creencia generalizada sobre la formación que establece que a medida que avanza debe ser más seria, estricta y limitante de las expresiones lúdicas del ser humano. Nada más alejado de la realidad que ahora conocemos cómo ocurre este proceso. Las secuencias didácticas que incluyen actividades de activación de saberes, reconocimiento de experiencias y diálogo crítico permiten que los estudiantes transformen sus experiencias en aprendizajes.
Los docentes pueden generar emociones positivas en los estudiantes cuando:
- crean un entorno de aprendizaje seguro y agradable
- conectan el contenido con los intereses personales de los estudiantes
- fomentan la autonomía
- utilizan técnicas de relajación y concentración
- fomentan el trabajo colaborativo
- incorporan el arte, la creatividad y el movimiento
Sousa en su libro (2002) nos cuenta que los estudiantes comprenden y disfrutan más cuando se les permite transformar lo que aprenden en pensamientos y productos creativos. Esto es el poder de la transferencia (emociones y conocimientos) y la importancia de impulsarlos a niveles de pensamientos más altos y complejos.
Lo anterior es posible a través de la elección de estrategias que pretendan una progresión de los aprendizajes, planeando conscientemente las más adecuadas a los diferentes niveles cognitivos (conocimientos, comprensión, aplicación, análisis, síntesis, evaluación). Sumadas a las estrategias que propicien una motivación mucho más intrínseca como lo son:
- los proyectos basados en intereses personales
- espacios de reflexión y autovaloración
- estudios de casos reales basados en problemas de su contexto
- integrar otras técnicas como la gamificación y el trabajo colaborativo
- explorar y discutir preguntas abiertas
- retos cognitivos y aprendizajes de pensamiento crítico
- refuerzos positivos y los reconocimientos que evitan la competencia.
A este punto ya debemos tener una idea de por qué las gemelas de nuestro ejemplo inicial tienen desempeños tan diferentes. Principalmente la motivación juega un papel determinante en estos resultados puesto que para este caso específicamente los estímulos extrínsecos fueron los mismos; pero cuando hablamos de la motivación intrínseca hay otros factores que son diferenciadores como la forma particular como percibimos y procesamos los estímulos externos, así como la percepción que tenemos de nosotros mismos ya que esto determina cómo analizamos e interpretamos la información. Una persona con una percepción negativa de sí misma, muy probablemente se le dificulta emprender acciones que exijan demostrar sus habilidades (porque no las reconoce) o mejorar su potencial (porque no confía en que lo puede lograr) en relación con un aprendizaje.
Pero más allá de esto, la pregunta radica en ¿Cómo convertir la motivación extrínseca en una motivación más intrínseca y duradera? Pasamos una parte importante de nuestra vida aprendiendo o ejerciendo lo aprendido en diferentes contextos, por ello es altamente probable que necesitemos emplear estas estrategias a lo largo de la vida, por lo tanto, debemos asegurarnos que se incluyan con mayor frecuencia en los diferentes escenarios educativos y profesionales.
Te invitamos a que te quedes con esta pregunta y la sigamos resolviendo en las siguientes editoriales, particularmente en la próxima edición abordaremos cómo la lectura y el pensamiento crítico influyen en el aseguramiento del aprendizaje y contribuye a la transición entre la motivación extrínseca a una motivación más intrínseca de los estudiantes.
REFERENCIAS
Sousa, David A. (2006). Cómo aprende el cerebro.
Ryan, R. M., & Deci, E. L. (2000). “La teoría de la autodeterminación y la facilitación de la motivación intrínseca, el desarrollo social y el bienestar”.
Medina, A. y otros (2014). “Estrategias de motivación en el aula: Una propuesta para el desarrollo de competencias”.
Álvarez González, M. & Bisquerra Alzina, R. (2014). “Emociones y aprendizaje: El impacto de las emociones en la motivación y el rendimiento académico”.
Restrepo, A. M., & Serna, C. (2017). “Neurociencia en el aula: Fundamentos y estrategias para el aprendizaje”.
Fischer, K. W., & Rose, L. T. (2001). “De la neurociencia del desarrollo a la educación: Influencias de la plasticidad y el desarrollo del cerebro en el aprendizaje”.
Goleman, D. (1995). “Inteligencia emocional”.
Escrito por: Daniela Cardona – ESE – Latam.