Aprendizaje, metacognición y conciencia.

Aprendizaje, metacognición y conciencia.

¿Qué es aprender? ¿Qué es comprender?  ¿Qué es entender?  ¿Cómo aprendemos?

¿Qué es saber? 

 

Hace unos 12 años escribí una editorial sobre este tema, les comparto este fragmento:

“¿Qué significa saber?

En los últimos días me he planteado varias veces esta pregunta y reflexionando he llegado a algunas ideas que deseo compartir: ¿Qué significa saber?

Cuando decimos: “Yo sé eso” ¿Qué queremos decir realmente? ¿Cómo ligar el conocimiento a la conciencia y a los actos?

 

 A diario hacemos cosas perjudiciales para nuestro cuerpo y mente, sabemos que son perjudiciales porque hemos escuchado a personas especialistas explicarlo, lo hemos leído o incluso experimentado; pero muchas veces lo seguimos haciendo. 

 

No podríamos decir que realmente “sabemos”, cuando “somos conscientes” que eso que hacemos causa daño o ¿Sí podemos decir que realmente lo sabemos? Por ejemplo, alguien puede fumar, saber que es malo y sin embargo hacerlo, luego contraer una enfermedad asociada al cigarrillo, y al finalizar una dura recuperación dejar el hábito de fumar, “Él ya sabe que es malo”, es un “mejor saber” es un saber más acabado, más coherente, ¿Esto quiere decir entonces qué antes realmente no lo sabía?”

 

¿Por qué es tan complejo poner en práctica aquello que sabemos, o decimos saber?  

Luego de leer estas líneas, encuentro tres conceptos que quiero resaltar en esta editorial y podcast: la definición de conciencia, metacognición y aprendizaje. Así que vamos por partes.

 

El buen samaritano o lo que realmente implica el aprendizaje.

Daniel Goleman en 1995 publicó su libro  “La inteligencia emocional”. Fue un best seller, lo leí con avidez un par de años después de su publicación y muy próximo a ingresar a la universidad. En uno de sus capítulos echa mano de un experimento social desarrollado en los años 70 en Princeton Theological Semminary, en su facultad de teología, una de las más reputadas del mundo.

 

Los investigadores Darley y Batson, querían comprobar si el hecho de estudiar la biblia haría que las personas tuviesen una vocación de servicio mayor a quienes no la han estudiado, en el argot popular  sería “¿el predicador predica y aplica?”

 

Basados en esta tesis, el experimento consistía en 70 estudiantes próximos a graduarse, que debían preparar una exposición sobre una parte de la biblia, 40 de ellos debían preparar la parábola del buen samaritano, los otros 30 otra parábola diferente de la biblia. Al día siguiente todos estaban esperando en un auditorio y cada vez que uno de los estudiantes era llamado a defender la lección frente a los expertos, debían pasar por un pasillo donde había alguien apostado pidiendo ayuda.

 

¿Se detendrían a ayudar sabiendo que debían llegar a tiempo a su exposición? 

No lo hicieron, la mayoría siguió de largo, solo unos pocos efectivamente pararon y ayudaron al hombre, el resto no.

 

Si bien existen diferentes interpretaciones sobre el experimento, la primera que leí fue la de Goleman, que explicaba que la atención centrada elimina muchas de las cosas que pasan alrededor y como ellos llevaban prisa, no necesariamente vieron a quien requería ayuda.

 

Pero el experimento continuó y quisieron saber quienes habían visto al hombre y quienes no, efectivamente la mayoría aceptaba haberlo visto. Si bien la atención estaba puesta en otra parte, fueron conscientes en alguna medida del hombre que requería ayuda. 

 

Lo más interesante es que el experimento social se ha repetido en varías universidades y contextos del mundo y la respuesta ha sido similar. 

Las tres conclusiones que más se han compartido fueron:

“Las personas que piensan en la religión y siguen principios superiores no necesariamente están más inclinadas a mostrar un comportamiento de ayuda”

“Las personas con prisa serán mucho menos propensas a mostrar un comportamiento de ayuda que los que no tienen esa presión”

“Las personas que debían preparar la lección sobre el buen samaritano fueron, levemente,  más propensas a ayudar” John Darley y Daniel Batson

Estas tres ideas hablan por sí solas,  resumiendo en términos simples, los predicadores suelen predicar y no siempre aplicar. Ellos sabían en detalle lo que debían hacer, pero ¿por qué no lo hicieron? ¿si podemos hablar de “saber” cuando no se pone en práctica? ¿Dónde queda la conciencia de los actos? ¿Cómo puedo usar la metacognición para actuar mejor?

 

La escuela tradicional y su concepción del aprendizaje.

En mis clases de Filosofía en la universidad de Antioquia, 24 años atrás, me preguntaba sin parar, ¿esto que estudio para qué me sirve? ¿cómo lo pondré en práctica? Para mí, gran parte de lo que aprendía era poco práctico, empezando por las materias de pedagogía, que normalmente se abordaban haciendo lo que no se debía hacer, me explico: la materia de Didáctica no era didáctica, la materia de Corrientes Pedagógicas no se enmarcaba en una corriente, la materia currículo no parecería tener un currículo claro. En todos los casos era el docente hablando sin parar, nombrando lo que el futuro docente (nosotros) deberíamos hacer, pero él no hacía.

 

Una vez más, el predicador predicaba y no aplicaba…

Afortunadamente hubo cambios, la universidad se preocupó por que los docentes aplicaran nuevas metodologías en sus clases, que se relacionarán más con la filosofía y la pedagogía y puedo decir que algunos docentes nos brindaron mejores experiencias de formación.

 

En alguna clase se generó un conversación bien interesante, nos cuestionamos que en un futuro cercano, al graduarnos, nuestro título sería Filósofo o Licenciado en Filosofía. ¡Seremos “Filósofos”! pero, si no hemos creado ninguna filosofía, o ¡Seremos licenciados!, pero aún no hemos dictado ninguna clase.

Ser o saber, esa es la cuestión ¿uno es lo que sabe? o ¿lo que uno sabe no es lo que uno es?

 

¿Cómo sé que sé? 

Cuando entregábamos un trabajo escrito, en el que uno desarrollaba algunas reflexiones y hacía algún análisis o investigación sobre el tema general trabajado en clase, llegaba una revisión con una nota, 3.0, 5.0, 1.0, 2.9, etc. ¿Qué decía eso de mi aprendizaje? ¿Qué tan cerca estaba de ser un filósofo? o ¿ya lo era y solo requería mi diploma? 

 

En el modelo tradicional de formación, el docente tenía siempre el poder para definir quién sabe y quién no sabe. En un modelo más actual, las rúbricas, las devoluciones adecuadas y la metacognición nos sirven para evaluar qué sabemos, es un proceso más personal, la responsabilidad recae también en el individuo.

 

Sócrates diría: “solo sé que no sé nada”. Esta debe ser una de las primeras frases que en esencia aborda los procesos de metacognición.

 

Y mis maestros ¿Qué tanto sabían? 

Debo decir que nunca puse en duda su saber en términos generales, solo bastaba asistir a una clase para reconocer cuánto habían leído, me perdía en su discurso y pensaba ¿a qué horas han estudiado tanto? yo no lograré ni la cuarta parte de eso en toda mi vida.

 

Pero, siempre recordaba a Goleman, ¿qué tan sabios serían mis maestros? ¿Cómo afrontarían su vida, sus problemas día a día? ¿serían buenos samaritanos? ¿en medio de una catástrofe serían reflexivos y filosóficos? Aún hoy me lo pregunto.

“El torpe no aprende de sus errores, el inteligente aprende de sus errores, el sabio aprende de los errores de los demás” anónimo.

Con cierta amargura entendí que en términos generales la reflexión sobre el conocimiento, conciencia y metacognición no le ha importado mucho a la escuela, el modelo se ha basado en saber mucho, saber en términos declarativos, decir, nombrar, narrar, expresar. Eso es saber. 

 

Por ello ahora vemos una gran preocupación y de forma simple decimos, la escuela debería enseñar a ser personas, se gradúan cada vez más personas pedantes, llenas de información, que no son buenos samaritanos. Por ello la preocupación por enseñar y evaluar desde las habilidades blandas, tema complejo, difícil y que apenas está en discusión en las escuelas.

 

¿Y las habilidades blandas?

La respuesta más sencilla es que ese tipo de habilidades blandas se enseñan desde casa, la escuela y más aún la universidad es para otra cosa. Y si bien no podemos ir lanza en ristre contra todas las universidades, si podemos estar seguros que aún no hemos hallado la receta para enseñar a ser buenas personas. Ni la religión, ni la ciencia, ni el arte, menos la filosofía sabe como. 

 

Nos conformamos con una clase de ética, analizar el problema y esperar a que el estudiante actué en la vida, según lo visto en la clase, “con eso él ya sabe”

Bien sabemos que esto es solo una parte de la historia, una cosa es saber y otra ponerlo en práctica.

 

¿Y qué significa saber? 

Algo que debemos resaltar es que usamos las siguientes palabras como sinónimos, me refiero a: saber, aprender, comprender, reconocer, entender. Creo que el español nos puede  jugar una mala pasada con estos conceptos tan similares. ¿Será esto cierto? Bueno, la verdad no tanto, todos los conceptos nombrados anteriormente tienen su equivalente y definición propia en el inglés, el griego o el alemán. Además, hay unas claras definiciones en el español como lo veremos a continuación. 

 

Vamos a centrarnos en las definiciones que nos brinda la RAE:

Saber: Tener habilidad o capacidad para actuar en una determinada situación. 

Aprender: Adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o la experiencia.

Comprender: Entender, alcanzar, penetrar.

Reconocer: Identificar, someter a examen o reconocimiento.

Entender: Tener idea clara de las cosas. Saber con perfección algo.

Y podemos leer algunas distinciones interesantes, más no definitivas. Me atrevería a decir que:

Muchas veces confundimos los términos, usualmente decimos: “Los estudiantes ya saben – comprenden – entienden – reconocen el tema”. Y de manera indiscriminada, todos los conceptos funcionan como sinónimos, que quieren decir exactamente lo mismo.

 

Pero, si nos centramos en saber, cómo el: “tener habilidad o capacidad para actuar en una determinada situación” es posible que muchas veces realmente no sepamos algo. No siempre tenemos la habilidad de actuar. 

 

Declarar que sé algo o demostrarlo. 

Podemos introducir tres aclaraciones adicionales que pueden convertirse en unas primeras conclusiones de esta editorial:

  1. Los seres humanos tenemos la posibilidad de elegir cómo actuar y nuestra actuación no será siempre la misma, así que la educación es un acto de fe en alguna medida. No podemos asegurar que alguien sabe algo de una vez y para siempre.
  2. El saber es relativo, cambia, no es estático. Aquello que sabemos hoy mañana puede estar desvirtuado, así que siempre estaremos en constante aprendizaje.
  3. En la universidad siempre debemos poner la lupa en lo que decimos que los estudiantes saben, ser muy exactos. Para esto los RA son una excelente herramienta, nos ayudan a aterrizar el discurso. Vamos a ampliar esto y acá lo hemos explicado mejor. 

En resumen, la evaluación es la recolección de evidencias en un proceso de aprendizaje.  Las evidencias serán directas o indirectas. Por ejemplo, si un estudiante debe diseñar un protocolo de investigación, no sirve de mucho que el estudiante narre cómo se hace una investigación (esa sería la evidencia indirecta) narrar, nombrar, explicar. En cambio la evidencia directa será la creación y entrega de la investigación misma. 

 

¿Qué pautas debe tener la investigación? Para ello se define por medio de matrices de valoración esas cualidades o atributos que están relacionados con el RA esperado, y este a su vez con el perfil de egreso. 

 

¡Y la metacognición! ¿Cómo trabaja mi mente cuando aprendo?

En mi carrera me hubiese sido de gran utilidad saber qué me evaluaban, el por qué me evaluaban y el para qué de cada trabajo que entregué. Pero nunca fue claro.

 

En mi carrera me hubiese gustado tener claves para aprender a pensar mejor. De forma natural fuimos estudiando y alcanzando ciertas habilidades del pensamiento, pero, si se tiene clara la meta, será más fácil planear el camino.

 

Esto hace referencia a la metacognición, esa posibilidad única de los seres humanos de pensar en lo que pienso, de reflexionar. 

Piensa en la palabra flexión, imagina una línea que se empieza a doblar y se convierte en un círculo, es una flexión sobre sí misma. Es una reflexión. Muchas veces nos dicen: “reflexione sobre lo que hizo” ¿pero cómo? las películas nos muestran a alguien que está en la montaña o en la playa a solas con sus pensamientos y su reflexión, y luego de una epifanía parece que soluciona todo y encuentra el camino de la verdad.  Pero en esencia la reflexión más básica y saludable se da en cada momento, haciéndose las siguientes preguntas: ¿Por qué pienso lo que pienso? ¿en qué puedo estar equivocado? ¿Cuáles supuestos que considero verdades son falsos? Eso es metacognición y eso es reflexión. 

 

Si las ideas se dan dentro de mí, el mejor mecanismo para pensar será ir siempre sobre esas ideas, desmantelando supuestos, soy un cazador de ideas, estoy al acecho, las veo pasar y voy eliminando las que son falsas, infundadas.

 

Qué fácil suena, pero no se nos ha enseñado muy bien a pensar en nosotros mismos, tenemos muchas voces en nuestra cabeza, muchas de ellas nos avergüenzan, preferimos apagar esa voz interior, antes que enfrentarla. Pero solo cuando las enfrentamos, pensamos mejor, dejamos de ser secretarios de nuestras pasiones, para convertirnos en los responsables de nuestras emociones. 

 

¡Más práctico, por favor !

Pero seamos un poco más prácticos y menos filosóficos si se quiere, si vamos a pensar de forma concreta en la escuela, podemos usar esta escalera de la metacognición. 

 

Cada pregunta que vemos acá es fundamental. Luego de terminar cada actividad de aprendizaje podemos volver siempre sobre el estudiante. ¿Qué has aprendido? 

Como el centro de la formación tradicional sigue siendo el docente, muchas veces nos conformamos con decir: “eso ya la vimos”, pero la pregunta central será siempre ¿Qué has aprendido? 

 

Y recuerda de nuevo, tenemos evidencias directas e indirectas, y por medio de un KPI podremos medir de mejor manera lo realmente aprendido. Si bien los KPI (Key Performance Indicator) surgen con una intención empresarial y de gestión de organizaciones, ya se vienen implementando en los procesos de enseñanza y aprendizaje. 

Ejemplo de KPI Tomado de Carla Förster

 

¡Hemos estado equivocados!

Acá debemos derribar o al menos socavar la teoría de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, afirma sobre su teoría de las inteligencias múltiples publicada hace 40 años, en 1983, lo siguiente: “Al mismo tiempo, admito sin problemas que la teoría ya no está vigente” Para ser justos, el tiempo ha pasado y la ciencia avanza con rapidez. Y como pasa tantas veces se ha puesto la lupa en suponer que tenemos varías inteligencias, que aprendemos con mayor o menor uso de una u otra y que se deben privilegiar estas inteligencias para que cada estudiante aprenda con base en sus posibles habilidades innatas o adquiridas.

 

Volvamos sobre la metacognición. Profesor, si tu lees esto y has considerado hasta hoy que existen las inteligencias múltiples, no hay nada de qué preocuparse, la metacognición nos va a ayudar. La pregunta de nuevo es ¿Qué es lo que pienso, que puede ser de nuevo pensado? ¿Qué ha cambiado? Y ¿Cómo lo he aprendido?  ¿Será el momento de desaprender?  La respuesta será variada, algunos dejarán de creer, otros cambiarán sus concepciones y unos pocos se reusarán. Pero en conclusión, si el mismo creador de la teoría la pone en juicio, tiene sentido que nosotros también lo hagamos.

 

Ahora bien, si aplicamos esta escalera de la metacognición, podremos abordar de mejor manera cada aprendizaje propio y de nuestros estudiantes.

 

¿Qué me ha resultado más difícil o más fácil? recuerda que lo complejo es cuestión de perspectiva, es común suponer que lo complejo de aprender a su vez será complejo de enseñar, así las cosas, vamos creando supuestos sobre lo que significa aprender algo, siendo esto desde la mera subjetividad fácil o difícil. Pero la dinámica es otra, es la de la metacognición. Para mi ¿Qué es lo fácil o lo difícil? ¿Por qué lo supongo así, de esa manera? ¿Cómo lo puedo hacer más fácil? 

 

En perspectiva, decimos que somos buenos en algo porque en algún momento así lo creímos y es necesario que lo que pienso sea verdad, por eso soy bueno en algo. Soy bueno en algo porque así lo decido.

 

En nuestro #ESEPodcast, ampliamos esto, pero en resumidas cuentas, en la escuela, colegio o universidad, la metacognición es la llave maestra para el aprendizaje. Aprender será posible cuando estoy motivado, cuando entiendo para qué aprendo y cómo lo puedo poner en práctica. Por eso la pregunta del estudiante: “¿Profe, y eso pa´ qué lo estudiamos?” Es una oportunidad de oro.

 

Una apuesta de medio siglo y más.

Exactamente hace 25 años (el 23 de junio de 1998), el filósofo David Chalmers y el científico Christof Koch, hicieron una apuesta, Koch aseguró que en los próximos 25 años se daría por resuelto el misterio del origen de la conciencia en el hombre o en otras palabras, resolver la pregunta ¿Cómo el cerebro genera la conciencia? este mismo año en curso, 2023, Koch de forma cómica le dijo a David que esperaba ganar la apuesta dentro de unos 25 años más. 

 

En otras palabras, el misterio aún no se puede resolver. Argumenta Rodolfo Llinás, uno de los mayores expertos y conocedores del cerebro en el mundo, que entender y mapear el cerebro es tan complejo como mapear y entender la vía láctea. En perspectiva, el cerebro tiene al menos 100 mil millones de neuronas, y la vía láctea unos 160.000 millones de planetas. 

 

¿Y la conciencia?  ¿Qué es la conciencia? ¿Qué es saber actuar con conciencia? 

Acá el asunto es más difuso y complejo, bien podemos saber, y demostrar en diversos ambientes que sabemos algo y que lo podemos poner en práctica, que tenemos la habilidad para ello. El buen samaritano ¿siempre actuará al nivel de la situación? tal vez esa es la respuesta que nos hace falta para realmente generar un aprendizaje sin tantas fisuras. Si respondemos al misterio de la conciencia, responderemos al misterio de una educación sin fisuras. Sabremos exactamente qué hacer para educar a miles de personas y que sean buenos samaritanos.

 

Gobernantes éticos y transparentes, profesionales responsables y conocedores efectivos de la ciencia. Que a cada momento están repensando y corrigiendo sus artes, sus ciencias y sus actos. Humanos apasionados por aprender, desaprender y volver a aprender más y mejor.

 

Pero “No sabemos cómo funciona el cerebro (no tenemos una teoría en tanto principio teórico unificador sobre cómo funciona el cerebro), sino que ni siquiera tenemos una idea clara de cómo puede el cerebro causar conciencia” Revolledo Novoa 2012, (Searle, 2000: 177, 180). Llinas 2003.

 

“Hay que reconocer que aún no somos capaces de entender la conciencia. No deberíamos inventar historias para cubrir nuestra ignorancia afirmando, por ejemplo. que es la chispa mágica concedida por Dios», esto lo dice Harari en varias ocasiones, tanto en sus entrevistas como en sus libros, en especial Homo Deus, dedica toda la última parte de su libro a dejar claro algo, no sabemos cómo se genera la conciencia, ni siquiera sabemos si pensamos muy diferente o si somos más felices que los primeros cazadores recolectores de hace 50 años.

 

En conclusión, en términos generales el reto sigue estando presente, la educación es la mayor y más poderosa arma, para hacer el bien o para hacer el mal. Y el conocimiento nos hace más poderosos hoy que nunca. Como docentes sí podemos hacer algo.

  1. Crear espacios de metacognición.
  2. Reflexionar siempre sobre lo que pensamos.
  3. Hacer del conocimiento algo práctico y experiencial.

Escrito por:  Eduardo Montoya Castañeda –  ESE – Latam.

Y piensalo de nuevo, ¿por qué no siempre pones en práctica lo aprendido? “Sé el cambio que deseas ver en el mundo”, Gandhi.

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